La palabra camarada puede simbolizar ese proceso. Sus tintes militares (camaradas eran los que dormían en la misma cámara o camarote) no impidieron que se llamaran entre sí camaradas tanto los comunistas como los falangistas. Pero aquellos aires de encuentro arrinconaron este término del lenguaje político, sustituido por otros más civiles como compañero o correligionario.
Casi todas las ideas de enfrentamiento se fueron desvaneciendo en el lenguaje público, y de ese modo la lucha de clases se transmutó en la búsqueda de la igualdad social. El concepto de proletariado (se denominaba así a quienes no tenían más posesión que su propia prole) aún se refugiaría durante un tiempo en la expresión clase obrera, para transfigurarse luego en las clases populares y más tarde en enunciados más blandos: los productores, los operarios, los asalariados, los trabajadores, los empleados…
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