Noticias del español

| Álex Grijelmo (El País, España)

La tilde sentimental

Quienes hemos nacido con esos acentos ortográficos forzaremos cualquier argumento para defenderlos.

Nuestro idioma cuenta con el acento ortográfico, el acento prosódico, el acento tónico, el acento rítmico… y el acento sentimental. Todo hablante del castellano alberga seguramente en su interior un pequeño purista. Quien más, quien menos, cree incorrecto algo, o le suena mal, por muy abierto que se sienta a la innovación. Los cambios que se habían producido cuando nacimos no nos resultan extraños, pero sí los que se desarrollan ante nosotros. Debemos contar por tanto con la vinculación emocional del léxico.

Cuántas cartas manuscritas y poemas de servilleta habrán contenido el adverbio «sólo» escrito con tilde; o los pronombres «éste» y «ésta» (con tilde también)… Y en cuántas otras ocasiones nuestra lectura habrá agradecido el acento ortográfico: «Estuve en casa de Andrea y Verónica. Aquélla cocina bien pintada y arreglada…» / «Estuve en casa de Andrea y Verónica. Aquella cocina bien pintada y arreglada…». En el primer caso, «aquélla» es un pronombre que sustituye o representa a una persona (Andrea), lo cual convierte a «cocina» en un verbo. En el segundo ejemplo, «aquella» (sin tilde) es un adjetivo que acompaña a «cocina» («aquella cocina») y transmuta este término en un sustantivo: el lugar donde se cocina.

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