Mariano Rajoy, por ejemplo, habló recientemente del «esfuerzo inversor» desarrollado por el Gobierno en Galicia. El esfuerzo de quien gobierna y decide ampliar un presupuesto en carreteras, pongamos por caso, no casa mucho con lo que entendemos por esforzarse. La voz «esfuerzo» implica el empleo enérgico de la fuerza física contra alguna resistencia; o, en sentido metafórico, el empleo del ánimo, del valor o del brío para vencer dificultades. Nos preguntamos entonces si la simple adición de algún cero en un capítulo de inversiones por quien tiene el poder y la facilidad de hacerlo precisará realmente de tales ímpetus del músculo o del espíritu, de tales acometidas de la voluntad. Y nos respondemos que no. Porque, además, siempre supone mayor esfuerzo economizar que gastar.
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