Las organizaciones terroristas manipulan las palabras de sus propios nombres. Por ejemplo, los ya desaparecidos GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) se apoderaron del adjetivo «antifascista», y al usurparlo llamaban «fascista» a la democracia española a la cual atacaban. Por su parte, las siglas ETA corresponden a las palabras «Euskadi y Libertad» (Euskadi ta Askatasuna), y ello nos obligó a convivir con esa profanación de los dos sustantivos.
Otras organizaciones terroristas nos han arrebatado también el sentido que dábamos a vocablos como «ejército» (por ejemplo, el IRA o el ELN) o «fuerzas armadas» (FARC).
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