La «Crónica de la lengua española 2020», la obra que reúne las novedades lingüísticas del español y que acaba de publicar la RAE, dedica un espacio a estas palabras ausentes, un «nada desdeñable» grupo de formas erróneas, tanto de palabras («murciégalo» por «murciélago», «hechar» por «echar», «triage» por «triaje», «procastinar» por «procrastinar») como de expresiones («enmedio» por «en medio», «agusto» por «a gusto»).
Hay incluso una leyenda urbana sobre la «cocreta», usada a menudo en el lenguaje popular, que la Academia insiste en desmentir: ese vulgarismo, que es la alteración de la correcta «croqueta», «no figura y nunca ha figurado» en el diccionario.
«Desde hace tiempo circula en medios sociales la leyenda urbana de que las academias aceptan esta forma o que la palabra está en el diccionario. Nada de eso es cierto», reitera la RAE.
Y recalca que las deformaciones vulgares de las palabras, fruto del desconocimiento o del descuido, no suelen tener cabida en los diccionarios, salvo excepciones justificadas por su presencia en textos clásicos de la literatura.
Algo que ocurre por ejemplo con «almóndiga», a pesar de que la única forma considerada válida sea «albóndiga», ya que figura en el diccionario académico desde 1726 pese a que se considera una deformación vulgar que debe evitarse en el habla culta.
La palabra «croqueta» es, en español, una adaptación del francés «croquette» y por un fenómeno lingüístico denominado «metátesis» comenzó a circular su variante incorrecta. Y en la pugna entre ambas formas, la originaria y la modificada, perdió «cocreta».
Otra voz que tampoco es válida es la de «haiga» en lugar de «haya», aunque aquella aparezca en el diccionario como un sustantivo coloquial, ya en desuso, para referirse al «automóvil muy grande y ostentoso, normalmente de origen norteamericano».
Tal como cuenta la «Crónica» de la RAE, surgió en la posguerra española para denominar jocosamente en el habla coloquial a estos ostentosos vehículos que podían ser adquiridos por personas que se habían enriquecido rápidamente, pero que carecían de cultura y que aludía presumiblemente a lo que diría ese «analfabeto adinerado» al ir a comprar un coche: quiero «el mejor que haiga». Este es el único «haiga» que puede encontrarse en el DLE.
Tampoco es correcto, explica la RAE, «agusto» en lugar de «a gusto», aunque reconoce que no es raro que muchos hablantes duden a la hora de escribir esta expresión adverbial, ya que existen otras expresiones del mismo tipo, formadas en origen por una preposición y un sustantivo, que han acabado formando una sola palabra.
Hay formas defectuosas tanto respecto a una palabra como de una expresión, como ocurre con «arcoiris», que ni es la alocución «arco iris», ni tampoco la forma univerbal y admitida «arcoíris».
A menudo, las búsquedas de estas palabras erróneas en el DLE responden a dudas o confusiones ortográficas, como ocurre con «preveer» por «prever», posiblemente debido a un cruce con «proveer», considera la Academia.
También es frecuente la búsqueda de «espúreo» en lugar de «espurio», incluso en el habla culta, y está también extendidísima la confusión entre el incorrecto «inflingir» y el correcto «infligir», quizá debido al verbo «infringir», con el que a veces se confunde, advierte la RAE.
Aparte de las dudas ortográficas, otras palabras erróneas y ausentes en el «Diccionario», pero que son bastante buscadas, se deben a despistes o a «mera desidia en la escritura, en particular en las formas que deben escribirse con tilde».
Y es que, asegura la Academia, se ha convertido en un hábito ahorrar signos ortográficos al escribir en redes sociales o en buscadores de internet, lo que explica que «empatia» y «etica», en lugar de «empatía» y «ética», respectivamente, sean dos de las formas erróneas más buscadas en el «Diccionario», con miles de consultas.
Algo de lo que tampoco se libran las diéresis, como se comprueba en la frecuencia con la que los hispanohablantes consultan «arguir» en lugar de «argüir».