Hasta febrero de 2013 eran enterrados, ya que no se contemplaba su renuncia y morían con la mitra puesta. Habría que remontarse siglos atrás para toparse con dos excepciones, cuando Celestino V dimitió a los cinco meses para regresar a su vida de ermitaño (en vano, pues fue encerrado por su sucesor en la torre del castillo de Fumone, donde murió poco después) y Gregorio XII fue destituido por el Concilio de Constanza.
Por ello, el rechazo al trono de Benedicto XVI pilló al rebaño con el pie cambiado, incluida a la profesión periodística, que jamás había sido testigo de un caso similar. Dado que Ratzinger seguía con vida, ¿era correcto llamarlo expapa? Sí, siempre que el prefijo ex- fuese unido al sustantivo papa y éste, en minúscula. Una denominación compatible con la de papa emérito u obispo emérito de Roma, como se encargó de señalar la Fundéu cuando el alemán anunció su retiro.
Judith González Ferrán (Madrid, 1982) trabaja en esta fundación, que vela por el buen uso del español en los medios de comunicación, un cuerpo lingüístico de intervención rápida que resuelve todo tipo de dudas a través del correo electrónico, teléfono, Facebook o Twitter. «Es complicado que un redactor con la necesidad acuciante de informar sobre un acontecimiento puntual consulte un tomo de 2.000 páginas para aclarar una duda, pero puede acudir a nosotros para que le respondamos de inmediato», explica esta licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alcalá y en Linguística por la Autonóma de Madrid. «Pretendemos ser una ayuda para los periodistas», deja claro. «Somos la guerrilla del idioma».
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