«Primero se enamoran de la cultura, las canciones, el clima y el carácter de los españoles, y después empiezan a estudiar», explicó a EFE Olga Smirnova, profesora del Colegio Internacional de Moscú.
La música latina, el fútbol o las tapas engancharon a los rusos hace mucho, pero solo en los últimos años han animado a sus hijos a aprender a hablar castellano.
Ahora ya no se trata de estudiar inglés y chapurrear la lengua del país donde los padres tienen una casa de veraneo. El español ya no solo «suena bien», sino que es «una herramienta de trabajo» y una inversión en el futuro de los hijos.
SEGUNDO IDIOMA OBLIGATORIO
Todo empezó con la apertura del Instituto Cervantes (2002), aunque la «fiebre» surgió «hace cinco o seis años», cuando el Gobierno ruso impuso la obligatoriedad de estudiar una segunda lengua extranjera.
«Yo fui una de las primeras alumnas del Cervantes. En Moscú siempre ha habido un gran interés en las lenguas extranjeras. A los rusos nos gusta viajar y conocer nuevos países», explica Tatiana Dombróvskaya, profesora de la Escuela Digital y especialista del Centro de Metodología del Departamento de Educación y Ciencia de la capital rusa.
A partir de entonces, los padres y niños empezaron a solicitar insistentemente a los colegios la inclusión del español en los programas de estudios.
Según explica Yelena Skurenko, jefa del Servicio de Control Financiero del Departamento de Educación y Ciencia, «prácticamente en cada clase hay un estudiante de español».
Son dos horas a la semana, clases que son gratuitas, pero existe la opción de horas adicionales de pago, tanto para los escolares como para adultos, añade.
En dicho centro hay ya 170 alumnos de español, por lo que han tenido que contratar a otro profesor.
«Hay tanto interés en la lengua española, que en estos momentos no hay suficientes profesores», señala Tatiana.
Por eso, el Centro de Metodología ha puesto en marcha un curso de dos años y medio para todos los profesores interesados, entre los que figuran docentes con larga experiencia en otras asignaturas, programa de formación al que contribuye España a través de un convenio ministerial.
Profesores de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo impartieron el pasado año un curso de corta duración a los profesores que ya enseñan español, que se repetirá próximamente de manera telemática debido a la covid-19.
DE EUROPA A SIBERIA
España cuenta ahora en Rusia con nueve escuelas con secciones bilingües, ocho en la parte europea del país —cinco en Moscú y una en San Petersburgo, Kazán y Rostov del Don— y otra en Siberia, concretamente en Koltsovo, centro de investigación cerca de Novosibirsk donde se ha desarrollado una de las vacunas contra la covid-19.
«Ahora hay más de 43 000 alumnos en más de 300 escuelas. Estamos presentes en la mitad del país —más de 40 regiones— y en casi todas las grandes ciudades», comentó a EFE Aurelio Llaneza, agregado de Educación de España en Rusia hasta septiembre pasado.
Sin contar las escuelas privadas e internacionales, en Moscú hay 126 centros donde se estudia el castellano; a lo que hay que sumar decenas de centros en San Petersburgo, Kazán, Nizhni Nóvgorod, el sur del país —Rostov del Don, Krasnodar, Stávropol— y el Cáucaso.
El interés se ve especialmente en las olimpiadas de español, en las que ya toman parte 32 regiones del país, tres veces más que hace un lustro.
«El español está creciendo mucho más rápido que otros idiomas. Estamos ganando un nicho. Ocurre lo mismo en la universidad. De hecho, en estos momentos el sistema no tiene capacidad para satisfacer la demanda», admite Llaneza.
Con todo, admite que «el español aún está muy lejos del francés y el alemán», lenguas muy populares entre la aristocracia rusa desde hace siglos.
LA IMPRONUNCIABLE EÑE Y LA TORTILLA ESPAÑOLA
«La “ñ” les hace mucha gracia. Es un sonido raro para un ruso. Aquí está escrito “manana” y no entienden por qué tienen que decir “mañana”. ¿Qué es esa “n”?», comenta a EFE Anastasía Kozlova, profesora de niños de quinto y sexto grado del colegio Número 1250 en Moscú.
Con la bandera de España de fondo, los niños, que tienen aún un nivel básico, no dejan de reír cuando escuchan a Anastasía, licenciada por la Universidad Estatal de Moscú.
«Les parece más fácil el inglés», señala.
Smirnova, que tiene una hermana en Cádiz, utiliza los platos típicos españoles para captar el interés de la clase. La tortilla española y el jamón son un recurso muy aprovechable.
«Me encanta la paella y el fútbol. El Real Madrid y el Barcelona son los clubes más populares del mundo», señaló uno de sus alumnos, Vladislav, que estudia español desde los 10 años.
Imparte clases de español desde 2009. Antes era profesora de ruso para extranjeros. Su colegio tiene un acuerdo de intercambio con el colegio Villancor de Madrid.
«La fonética es fácil, pero la gramática es complicada», señala y destaca que cada vez son más los niños que eligen el español como asignatura para hacer el examen estatal.