La ACL, fundada el 12 de octubre de 1923, fue la novena en América y la tercera de Centroamérica, pero tiene la particularidad de que fue la primera creada en el siglo XX en momentos en que las corrientes intelectuales debatían entre el purismo y la evolución del idioma.
«Es la primera de las academias fundadas en el siglo XX y eso hace que nazca un poco ajena a los principios decimonónicos lingüísticamente negativos, por ejemplo el purismo lingüístico con el que las academias del siglo XIX fueron creadas», declaró a EFE el secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Francisco Javier Pérez.
Pérez calificó como una «feliz coincidencia histórica» que la Academia Costarricense haya nacido «sin los viejos prejuicios» del siglo XIX, y subrayó que desde entonces ha sido «pionera» y «muy destacada» con los aportes que hecho a la gramática, la ortografía y el diccionario.
Entre los aportes de Costa Rica al idioma, Pérez también citó el diccionario de barbarismos y provincialismos del año 1892 escrito por el filólogo, escritor y docente Carlos Gagini, así como Las categorías literarias, de Roberto Brenes Mesén, de 1923.
Por su parte, el presidente de la ACL, Víctor Manuel Sánchez, expresó la alegría de cumplir el centenario de la academia y subrayó retos como el de establecer alianzas con diversas instituciones, acercarse más a la gente y continuar trabajando para la conservación del idioma y la adaptación a los nuevos tiempos.
«Las academias no norman desde un escritorio, sino que la lengua es una construcción histórica y social, cambia en consonancia con la vida y la cultura misma», comentó Sánchez.
Por ello, aseguró que la misión de las academias es acercarse a la gente para «ir siguiendo el paso» a la «construcción diaria del idioma».
Sánchez comentó que existe una percepción en la población en general de que las academias de la lengua se limitan a redactar un diccionario o de que están conformadas por intelectuales que se reúnen para dictar normas sobre cómo hablar o escribir.
Sin embargo, aseguró que esas percepciones están «alejadas de la realidad», pues la labor principal de las academias de la lengua es proteger, cultivar y estudiar el patrimonio lingüístico y literario de cada país donde hay alguna establecida.
En el caso de la Academia Costarricense de la Lengua, entre sus funciones también está estimular el conocimiento de las lenguas indígenas locales y del inglés criollo.
Como parte de la celebración del 100 aniversario de la Academia Costarricense, se exhibe en la Biblioteca Nacional la exposición bibliográfica «Primeras ediciones de los académicos de la lengua».
Además se presentaron 3 libros: Páginas académicas, de Jorge Sáenz Carbonell; una edición de Las categorías literarias, de Roberto Brenes Mesén, y la edición facsimilar del Diccionario de barbarismos y provincialismos de Costa Rica, de Carlos Gagini.