Invitado por el Instituto Cervantes al Salón Internacional del Libro de Casablanca, Iwasaki, afincado en Sevilla desde hace casi 30 años, disertó sobre los temas que más le preocupan en los últimos tiempos: el abandono de la lectura y la poca presencia del español en el ámbito del conocimiento.
«¿Dónde está el masterchef de las bibliotecas, o de los conservatorios?», se preguntó, mientras reflexionaba cómo la civilización actual entroniza a futbolistas o cocineros, mientras que denigra al chico estudioso que «se esconde a leer» en una biblioteca y al que, para nombrarlo, la lengua española tiene solo adjetivos despectivos.
Es un hecho -comentó el escritor, de origen japonés e italiano- que en las fábulas postapocalípticas posmodernas (la novela La carretera de Corman McCarthy o las películas Blade Runner o Matrix) «no aparecen los libros, se diría que el enemigo es la lectura».
Pero no es necesario ir tan lejos: hoy en día -explicó, a modo de ejemplo- han desaparecido las tres librerías que vendían en español en Manhattan (Nueva York), donde viven millones de hispanohablantes, personas presumiblemente más interesadas en un partido de fútbol televisado.
Esta reflexión le llevó a considerar el peso específico del castellano en el panorama cultural mundial, para lamentar su escasa presencia en la creación de la ciencia y el conocimiento pese a ser una lengua tan poderosa «para el deleite y el placer artístico».
Iwasaki dijo que no basta con la autocomplacencia de proclamar que somos 400 o 500 millones de hispanohablantes si no hacemos del español una herramienta de conocimiento, una lengua internacional y no solo para el ocio.
A la lengua española -continuó- le falta ser considerada una lengua de relaciones internacionales, como lo son el francés o el alemán en la Unión Europea (sin mencionar el inglés), y ello es debido, en parte, a la dificultad de los hispanohablantes en verse colectivamente, en lugar de mantener disputas vanas sobre si conviene decir latinoamericanos, hispanoamericanos o iberoamericanos.
Lamentó, por ejemplo, que él siga siendo considerado «un escritor peruano» y no sencillamente «un escritor en español», como sucede con culturas como la francesa o la inglesa que integran con mucha más facilidad a escritores ajenos a sus culturas, ya procedan de Pakistán, de Rusia o de Marruecos.
Iwasaki añadió que al mundo hispano «le falta un chino o un vietnamita que escriba en español, extranjeros que escojan el español como lengua de creación (…) Ellos van a cuidar el español mejor que nosotros, van a usar las diéresis y las tildes porque estarán enamorados de nuestra lengua y no la maltratarán escribiendo wapa».
Por otra parte, también negó el tópico de que nuestra época sea la primera que vive la globalización («solamente la vivimos más rápido»), y recordó que figuras como San Pablo en la época romana o el Inca Garcilaso en la renacentista eran auténticos productos de la cultura global, formados en tradiciones muy diversas y varias lenguas.
El carácter universal de la literatura española llegó -según su tesis- con los escritores del llamado boom latinoamericano (García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, etc.), pero antes que ellos otros escritores de todo el continente americano habían sembrado una influencia universal, y citó a Borges, César Vallejo u Octavio Paz.
Iwasaki regresará el próximo año a Marruecos si prospera el plan de la Embajada peruana de hacerlo venir para encontrarse con escritores marroquíes en lengua española, todavía desconocidos. Sería una experiencia muy wapa.