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Ana Rodrigo (Agencia EFE)

Intérprete de línea de emergencias: somos la voz del médico para extranjeros

Son la voz del médico auxiliando a un extranjero que ha llamado al 112 o la del trabajador social que está canalizando la ayuda a personas vulnerables que no hablan español. Los intérpretes telefónicos también están jugando un papel esencial en los momentos de angustia que viven muchas personas a las que la pandemia del coronavirus ha sorprendido fuera de su país.

Gabriel Cabrera es uno de estos intérpretes. Explica a Efe cómo desde hace más de un mes la interpretación telefónica ha quedado acaparada por la COVID-19.

«A principios de febrero hubo una avalancha de llamadas, no dormíamos; muchas eran de ingleses que viven temporadas en España y que tenían tos, fiebre o que querían información», pero también de «pacientes graves y, sobre todo, de extranjeros que habían estado en Italia en reuniones de trabajo o por otro motivo».

En los últimos días han vuelto a entrar otras urgencias, como infartos y sobre todo llamadas del 016 de mujeres pidiendo ayuda a escondidas desde sus casas, relata.

Las comunidades autónomas contratan este servicio con empresas (como Dualia, en la que trabaja Gabriel) dedicadas a interpretar llamadas de extranjeros en servicios públicos, como del 112, 061, 016, centros de salud, hospitales, ONG o colegios, entre otros.

Cuando un profesional que atiende alguno de estos servicios no comprende a la persona que ha llamado porque no habla su idioma, conecta con este servicio de traducción, donde un sistema automático le pide elegir la lengua y busca al momento, las 24 horas de los 365 días del año, a un traductor adecuado para cada caso. El traductor coge la llamada y se hace la conexión al mismo tiempo con el usuario que pide ayuda y el operador de emergencias.

«Solo traducimos, no ponemos nada de nuestra cosecha; somos la voz del médico», dice Gabriel, que lleva casi veinte años traduciendo para entidades públicas y empresas y que destaca que reciben formación específica sobre cómo comunicar ciertas noticias. «Estamos ante casos muy duros, muchas veces nos toca comunicar fallecimientos; cuando el médico te dice “dile que su mujer ha muerto”, yo respiro hondo y preparo al señor, no puedo traducirle fríamente esas cuatro palabras».

La crisis sanitaria y social generada por la pandemia ha marcado su trabajo y el de sus 180 compañeros en las últimas semanas, explica, y las llamadas no solo han procedido del ámbito sanitario.

«Hace unos meses las llamadas al 016 solían ser de mujeres saliendo de casa o que había ido a comprar o a casa de una amiga; ahora llaman escondidas en el cuarto de baño o en la cocina, principalmente por la noche. Se oye a una mujer muy nerviosa y hablando muy bajito», relata este intérprete, que puntualiza que para este servicio tienen que seguir un protocolo muy estricto.

A veces utilizan códigos para ayudar a la mujer a transmitir su mensaje y cuando escuchan determinadas palabras salta la alerta. «Ya sabes que es maltrato. El operador te pide que le digas que solo responda sí o no y comienzas a hacerle preguntas: está tu pareja en casa, quieres ayuda y cuál es el domicilio para avisar a la Policía».

También han aumentado en este periodo de confinamiento las llamadas vinculadas con los mayores. «Hace dos noches, nos entró una llamada de un trabajador extranjero de una empresa de cáterin que lleva comida a domicilios de personas mayores que viven solas y que había abierto la puerta y estaba el señor muerto; se movilizó todo el servicio e intervinieron distintos profesionales para averiguar entre otras cosas si el fallecimiento había sido por coronavirus».

Quienes trabajan en este servicio de interpretación telefónica son profesionales, la mayoría con formación universitaria en traducción e interpretación, pero se adaptan los requisitos en casos de lenguas minoritarias o dialectos, como el wolof y el bambara, procedentes de África.

Los idiomas más demandados de traducción son por este orden: inglés -«no porque haya más nativos, sino que casi todo el mundo chapurrea»- , dialectos de árabe sirio y marroquí -dariya-, rumano, ruso y chino -«en España hablan el qingtian porque todos los ciudadanos de ese país proceden de la provincia china de Zhejiang»-. Pero también se hacen muchas traducciones en georgiano y nepalí.

«A veces pedimos a las ONG que nos avisen de jóvenes inmigrantes que están aprendiendo español y que podrían desarrollar este trabajo tras recibir la formación correspondiente. Es una salida laboral para ellos», explica Cabrera.

El trabajo de un intérprete telefónico termina, por ejemplo, cuando oyen la puerta porque están entrando los sanitarios. «Ya nos cuelgan el teléfono, nunca sabemos el desenlace». Antes de ese momento, han sido la voz que ha consolado y mantenido la esperanza del usuario.

Hace un par de noches Gabriel se pasó más de veinte minutos repitiendo los números del uno al diez para enseñar a una mujer a hacer reanimación cardiopulmonar a su marido hasta que llegó la ambulancia. «”Vamos, no se preocupe, presione, no pare, vamos a contar otra vez” y así hasta que colgaron el teléfono y ya no sabes más». 

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