«Todo diccionario nace condenado al fracaso», dice Manuel Barrero en la introducción de su Diccionario terminológico de la historieta. «Desde que ven la luz, las voces que delimitan conceptos pueden ser modificadas, reinterpretadas o desplazadas por otras, la tecnología puede cambiar hábitos o métodos y, a la larga, el argot, los modismos y la lengua en su conjunto mutarán». Los lectores actuales disponemos, además, de una asombrosa variedad de recursos digitales, de rapidísimos y eficaces motores de búsqueda en la red que convierten al papel en un dispositivo obsoleto. Y sin embargo, de nuevo en palabras de Barrero, «las labores enciclopédicas siguen siendo necesarias en la actual sociedad interconectada con las nuevas tecnologías, porque mucha información dispersa no equivale a conocimiento. Aún no. En las redes o en los archivos digitales la información parece accesible a cualquier consulta, pero resulta a menudo dispersa y matizable; no obstante, en papel la aproximación conceptual se puede agrupar de modo orgánico, de modo interrelacionado, para de este modo establecer un todo comprensible».
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