Así llamó balonvolea al volleyball, baloncesto al basketball, balonmano al handball, y balompié al football. Hoy, en España casi todo el mundo dice balonvolea, baloncesto o balonmano. Y ni su padre, balompié.
Con muy buen criterio, la Academia incorporó a su Diccionario normativo fútbol como primera acepción del deporte de Zarra e Iniesta, porque era el término de uso generalizado y el idioma no lo hacen los académicos sino el pueblo. La Academia, con una serie de cautelas científicamente muy bien estudiadas, sanciona el uso de la lengua, esforzándose siempre por preservar la unidad del español, aparte de limpiar, fijar y dar esplendor al idioma de Cervantes y Borges, de García Lorca y Pablo Neruda.
Generalmente, los quinientos millones largos que hablan español aceptan las decisiones académicas. En contadas ocasiones, no.
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