En su intervención en el acto inaugural del IX Seminario Internacional de Lengua y Periodismo, que organizan la Fundéu BBVA y la Fundación San Millán de la Cogolla, el escritor ha subrayado que el periodista «ya no es el único que maneja y emite información», sino que lo hacen simultáneamente millones de personas, y eso tiene consecuencias en el mundo de la información y en el del lenguaje.
El autor del Proyecto Nocilla ha abordado en su conferencia la paradoja que supone la realidad fragmentada y confusa en la que vivimos y la existencia, al tiempo, de un mundo hiperconectado.
La respuesta a esa paradoja es que nos hallamos «sumergidos en una red de redes», de la cual lo que llamamos internet es tan solo una más junto a otras, como los movimientos de mercancías entre países o a la manera en que las amistades nuevas —en la red o en el ámbito físico— generan otras.
Todas esas redes responden, según Fernández Mallo, físico de profesión, al modelo de «red libre de escala» en la que algunos nodos están muy conectados, y otros apenas lo están.
Ese modelo, que garantiza mayor conectividad y mayor rapidez de intercambio de contenidos que cualquier otra, surge de forma espontánea, no diseñada desde fuera, y en ese sentido se parece mucho más a un organismo que a una organización.
La comunicación también ha tomado en nuestros días esa forma de red «que favorece el protagonismo del emisor anónimo y no vinculado necesariamente a un medio de comunicación, en detrimento de la práctica periodística, tal como desde el siglo XIX la veníamos entendiendo».
«Si antes el periodista era alguien que tras una peripecia más o menos épica obtenía una información que después compartía con el resto del mundo, hoy su función parece más bien la de interpretar, agrupar, sacar conclusiones de todo aquello que circula en la Red», ha asegurado el escritor.
La lengua también se ve afectada por esa nueva forma de organizar la realidad. «No es que el uso del lenguaje se vea deteriorado, sino que este se amolda a esa misma configuración reticular; cuando las palabras fluyen a velocidades que hace 20 años serían de ciencia ficción, es lógico pensar que, como consecuencia de esa velocidad, estas se vuelvan plásticas, maleables», ha sostenido.
Además, hoy ya no es solo el periodista quien maneja y emite información, «sino que son millones de personas no profesionales quienes nos abastecen a cada instante de una ingente cantidad de datos».
Y ha asegurado que, «de ese modo, el uso del lenguaje ya no es legislado por un solo agente o un grupo de agentes; más que nunca se vuelve algo comunitario, más que nunca es organismo, más que nunca crea realidad colectiva producto de un pacto».
El sistema de la lengua, ha señalado Fernández Mallo con un símil futbolístico, lo componen los árbitros y los espectadores, y «se crea en esa tensión, la que deriva de las opiniones de quienes velan por la lengua y de quienes violentan la norma de la lengua».
Todos ellos «son agentes, todos son nodos de una misma red, necesarios para que ésta permanezca viva», ha explicado.