Devin Jenkins, experto en sociolingüística y en bilingüismo, detectó que en el sur de Colorado y en el norte de Nuevo México, un área con alta concentración de descendientes de los primeros habitantes españoles y mexicanos, el uso del español ya no está creciendo, y en su forma «tradicional» está siendo reemplazada por el inglés.
Este estadounidense, quien habla perfectamente español y ha compilado información durante los últimos 35 años al respecto, considera también que en otras áreas de la nación el español está en auge debido a la llegada de inmigrantes hispanohablantes, especialmente mexicanos.
Pero esa situación cambiará en las próximas décadas cuando la llamada «tercera generación», es decir, los nietos de los inmigrantes, adopten el inglés.
«El cambio de idioma en la tercera generación es simplemente el proceso por el cual los nietos de los inmigrantes tienden a ser monolingües en el idioma prevalente en su comunidad y ya no en el idioma que usaban sus antepasados inmigrantes», explicó Jenkins.
Por ejemplo, en ciertas ciudades de Texas (San Antonio, Lubbock) y en ciertas áreas de Arizona, Colorado y Nuevo México menos de uno de cada tres nietos de inmigrantes habla español, comparado con las principales ciudades de California y otras fronterizas de Texas donde dos de cada tres jóvenes mantiene el idioma de sus abuelos.
«La muerte de los idiomas es algo que sucede todo el tiempo con idiomas en todo el mundo», afirmó Jenkins, profesor de español y director del departamento de idiomas modernos de la Universidad de Colorado en Denver.
«Esos idiomas son el enlace cultural con el pasado. Perderlos es perder una pieza de la cultura propia. Por eso, todo esfuerzo de preservar un idioma es laudable», indicó.
Esa tarea, en el caso del suroeste del país, incluye analizar por qué se habla o se deja de hablar el español, quién lo usa, y qué beneficios genera que los hijos y nietos de los inmigrantes sean bilingües en vez de que sólo hablen inglés.
Según Jenkins, ese cambio lingüístico complica los lazos familiares porque los abuelos ya no pueden comunicarse con sus nietos, por ejemplo, y altera las conexiones culturas. «Es muy poco lo que se gana positivamente», afirmó.
«Los que impulsan el uso exclusivo del inglés dicen que las personas que sólo hablan inglés tienen mejores posibilidades de tener éxito. Pero eso no es así. Ser monolingüe reduce las habilidades de una persona, mientras que ser bilingüe no significa que uno sea menos proficiente en inglés», puntualizó Jenkins.
Desde que era universitario, Jenkins se sintió «fascinado» por el uso del español en Colorado y en los cinco estados del suroeste por ser una «asombrosa oportunidad de presenciar la emergencia de modelos sociolingüísticos».
El experto descubrió que los cambios en el uso del idioma son «rápidos y masivos» y que, como consecuencia «se podría llegar a perder el tesoro lingüístico que esta región tiene desde hace 400 años».
Pero no todo, sin embargo, resulta negativo. En la década de 1980, por ejemplo, hablar español en el suroeste generalmente iba asociado con ingresos bajos, poca educación formal, trabajos con salarios bajos, alto desempleo y pobreza. Sin embargo, según el censo del 2010, esa correlación ya no es tan severa como lo era antes.
«Cuando uno considera la manera en las escuelas y la comunidad trataban a los hispanoparlantes hace una generación, creo que las cosas se están moviendo en la dirección correcta», aseveró Jenkins. «Eso nos da ánimo, pero todavía queda mucho por mejorar», agregó.
El profesor considera que el uso del español «seguirá creciendo en el país», pero no en el suroeste, sino en regiones sin una alta concentración de latinos, como el noroeste y en estados como Carolina del Norte, Georgia, Idaho y Tennessee.
A la vez, explicó que el debilitamiento de la correlación entre hablar español y factores socioeconómicos negativos debería fomentar la aceptación social del bilingüismo, el cual «debería ser la norma en el suroeste del país».