El español divide entre masculino y femenino, pero el finlandés, el turco o el persa son lenguas sin marca de género. El griego tiene tres, mientras que por ejemplo el polaco distingue entre cinco: neutro, femenino, masculino personal, inanimado y animado.
Entonces, ¿qué tiene que ver la gramática con la discriminación sexista? «Nada –responde Concepción Company, doctora en filología por la UNAM– porque la gramática es neutral, es un mero recipiente. Somos los humanos los que discriminamos, pero no con la gramática, sino con el discurso que hacemos valiéndonos de ella». Es decir, lo te que emborracha no es la botella, sino el whisky que contiene la botella.
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