¿Por qué con tanta institución, recurso en línea, educación obligatoria, universidad… encontramos en los textos numerosas erratas y errores gramaticales? ¿Es una batalla perdida?
Creo que para valorar adecuadamente esta cuestión no hay que perder de vista que las nuevas tecnologías de la información y las nuevas aplicaciones para la comunicación interpersonal han propiciado que más personas se expresen más frecuentemente por escrito de lo que nunca lo han hecho.
Esto quizá explique, en parte, que el nivel de corrección medio de lo que se escribe sea menor que en el pasado. Influye también en ello el poco espacio que se dedica en nuestro sistema educativo a fomentar las competencias de expresión lingüística, tanto oral como escrita. Esto, que, paradójicamente, debería ser uno de los objetivos básicos en las primeras etapas educativas, se ve muchas veces desplazado por la enseñanza de conceptos teóricos que poco o nada tienen que ver con el dominio práctico de la herramienta lingüística. Y, sin embargo, ese dominio es lo que va a necesitar la persona a lo largo de su vida para desarrollar todo su potencial.
Por último, creo que uno de los mayores enemigos de la corrección, como en tantos otros campos de la vida, es la prisa: escribimos muchas veces a vuelapluma y, por supuesto, sin volver a releer lo escrito, practicando una suerte de escritura automática, el fluir de la conciencia que defendían los surrealistas, pero con resultados no tan «artísticos», me temo.
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Leer la entrevista completa en el n.º 5 de la revista Deleátur.