El estadounidense Charles L. Stevenson escribió a su vez que «si un signo sugiere algo con persistencia, esa sugerencia se convierte en connotación» (Ética y lenguaje.Paidós). Cada generación ha vivido alguno de esos procesos.
A nosotros nos ha correspondido, por ejemplo, el cambio de significado del verbo involucrar. En el Diccionario de 1970 equivalía a ‘abarcar, incluir, comprender’. Pasó luego a ‘complicar a alguien en un asunto, comprometiéndolo con él’ (1992). Y hoy en día ya nos sugiere con insistencia (todavía sin el marchamo académico) la idea de la ilegalidad, después de tantos involucrados en sumarios. Así, al oír que alguien «está involucrado en una venta de diamantes» deducimos que se trata de algo turbio, aunque vender diamantes no constituya ninguna ilegalidad.
Del mismo modo, el significado geográfico de la palabra Europa (donde España se integraba sin ninguna duda) fue dejando paso durante el franquismo a una connotación política que nos hizo imaginar un cuerpo fronterizo del que no formábamos parte.
Leer más en elpais.com