Hoy ya a nadie sorprende oír hablar de la ministra, todo el mundo entiende que la médica es una mujer que ejerce la medicina y no la mujer del médico, y cualquier discurso público que se precie comienza con un señoras y señores, ciudadanos y ciudadanas, candidatos y candidatas… La igualdad legal entre hombres y mujeres y la masiva incorporación de la mujer a todos los ámbitos públicos y privados han modificado la forma de hablar, han feminizado muchos términos referidos a oficios, cargos y profesiones y han forzado cambios expresivos en el lenguaje formal y políticamente correcto. Sin embargo, basta escuchar con intención cualquier conversación cotidiana –da igual que sea banal o profesional–, para descubrir que el lenguaje habitual está lleno de expresiones y estructuras que en el mejor de los casos perpetúan estereotipos que perjudican o invisibilizan a las mujeres y en el peor las denigran.
«Eres una nenaza», «esto es un coñazo», «hijo de puta», «los niños no lloran» son expresiones muy frecuentes y claramente machistas. Pero tampoco es muy igualitario decir «tengo que ir al médico; llamaré a la enfermera para pedir hora» en todas aquellas ocasiones en que no sabemos el sexo de nuestros interlocutores, o «cuando el hombre vivía en cavernas…» para referirse a los seres humanos, o «niños, sacad los cuadernos» en un aula mixta. Las palabras tipa, individua o zorra siguen remitiendo a conceptos que nada tienen que ver con el femenino de tipo, individuo o zorro. Y es habitual escuchar en boca de una mujer «porque uno piensa que…» en lugar de «porque una piensa que…», o incluso leer que «un joven fue atracado y golpeado por unos gamberros… y su novia también resultó herida».
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Sin embargo, en España son muchas las voces reticentes a promover cambios forzados en el lenguaje, entre ellas, y en el caso concreto del castellano, las de la mayoría de miembros de la RAE que suscribieron el informe sobre Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer que elaboró el académico Ignacio Bosque. Leonardo Gómez Torrego, especialista en gramática normativa y asesor de la Fundéu BBVA (Fundación del Español Urgente), opina que hay que distinguir entre léxico y gramática. “El léxico ha de ser políticamente correcto y los cambios se pueden impulsar desde la sociedad, sobre todo por parte de los políticos, de tertulianos y de personas relevantes que pueden favorecer y promocionar modificaciones en el uso de las palabras; pero la gramática es aséptica, tiene unas reglas de género masculino y femenino, de singulares y plurales, de tiempos verbales, etcétera que no podemos cambiar por la fuerza, sino que evolucionan con el tiempo, lentamente”, asegura. Por eso tanto Gómez como Bosque rechazan las propuestas de las guías de lenguaje no sexista que conculcan aspectos gramaticales o léxicos del sistema lingüístico.
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