Noticias del español

| Federico Arango (El Tiempo, Colombia)

El ‘oso’ de usar anglicismos en la oficina para descrestar

Una de las consecuencias no previstas de la globalización es la paulatina transformación del castellano. Cada vez son más los que, pese a dominar la lengua de Cervantes, ven la necesidad de asistir a reuniones de trabajo con un diccionario español-inglés bajo el brazo, como tabla de salvación para no naufragar en un mar de términos alquilados de la lengua de Shakespeare.

Otras veces, y no pocas, se trata de híbridos esperpénticos, que harían convulsionar a dúo a Cervantes y a Shakespeare.

El fenómeno se presenta con mayor intensidad en ambientes como los de la publicidad y las demás industrias que son tan creativas como digitales. No es nuevo ni Colombia es el único país donde ocurre, es bueno advertirlo, así como que hace cien años pasaba lo mismo, pero con el francés como origen predominante de los extranjerismos. Hoy seguimos viviendo en una sociedad esnobista, de ADN ‘aspiracional’. Y mientras esto no cambie, usar palabras que pocos entienden para separarse de la masa seguirá siendo una tentación.

«“Los extranjerismos son bienvenidos cuando nombran un objeto que carece de designación en español. Lo inaceptable es cuando desplazan sólidas palabras castellanas. Es un crimen de lesa lengua llamar bullying al viejo matoneo», comenta el periodista Daniel Samper Pizano, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua.
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