Así lo reveló a Efe en Lima Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, que se encuentra en Perú para visitar la «ciudad blanca» que acogerá el principal encuentro de lingüistas, escritores y expertos en el español y en donde firmó un convenio de colaboración con el Ministerio de Relaciones Exteriores peruano para la organización del evento.
García Montero (Granada, 1958) reflexionó sobre el valor de las «sociedades abiertas» frente a las «cerradas» y de concebir a los idiomas como el español, que ha servido «para que se entiendan entre sí comunidades distintas» y que se enriqueció desde un inicio por el contacto con otras gentes.
Pregunta: ¿Qué temática nos vamos a encontrar en el IX Congreso de la Lengua Española de Arequipa?
Respuesta: (…) Los Congresos de la Lengua no tienen una voluntad académica, profesoral. Quieren ser siempre divulgativos, quieren acoger a gran número de personas que se reúnen en primer lugar para hablar sobre el futuro de la lengua española.
Siempre hay un análisis de cuál es la situación del español en el mundo y de los caminos de desarrollo cultural, económico y social de la lengua.
En cada congreso hay un asunto concreto que se va a debatir y el que hemos propuesto para desarrollar en Arequipa es el mestizaje.
El español ha sido una lengua vehicular que ha convivido con otras lenguas tanto en la península Ibérica como en América, y ese diálogo entre las lenguas originales indígenas y el español o castellano va a tener un papel muy importante en las reuniones del CILE, que, como digo, nunca son para especialistas o para que los especialistas marquen un discurso académico, sino que se enfoca en la divulgación para toda la comunidad panhispánica.
P: ¿Y como explicaría ese valor del mestizaje en nuestro idioma?
R: Creo que es fundamental, a la hora de conocer nuestra historia, tener algunas ideas de las que nos podemos enorgullecer. Por ejemplo, la convivencia del español con lenguas indígenas, que en otros procesos de colonización no se han dado, porque la lengua dominante ha intentado borrar las otras.
Todavía hoy, algunas situaciones políticas, como la de la administración Trump en los EE. UU. (…), sienten la diversidad como una agresión y tienen un sentido muy cerrado de la identidad.
Bueno, por motivos históricos, que no tienen que ver con la inocencia ni la pureza, porque no creo que haya habido civilizaciones inocentes…, por motivos históricos, el español convivió con las lenguas indígenas.
Por ejemplo, la fuerte presión de la Iglesia para que los indígenas no se consideraran esclavos sino hijos de dios y que había que trabajar con ellos para la salvación, hizo que nuestros misioneros estudiasen las lenguas maternas, sabiendo que son decisivas en la formación de las conciencias.
Podemos enorgullecernos de haber tenido figuras como Bartolomé de las Casas, o haber tenido figuras de origen indígena, que nacieran del mestizaje, como la propia figura del Inca Garcilaso.
En eso queremos ahondar, por las razones que sean, el español ha sido una lengua vehicular, ha servido para que se entiendan entre sí comunidades distintas tanto en la península como en América, y desde muy pronto empezó a enriquecerse con el mestizaje.
Yo creo que ese es el futuro, utilizar la lengua como un espacio de diálogo y que tenga que ver con las identidades abiertas y sabiendo además que la diversidad nos enriquece.
Y se trata de eso, de saber que nadie es dueño del idioma, que nos enriquece la diversidad, y que dentro de la formación de nuestra lengua pues el mestizaje ha cumplido un papel fundamental.
P: ¿Y qué estrategias tiene el Cervantes para impulsar esos valores democráticos, de diálogo y de sociedades abiertas?
R: Desde el punto de vista de la diplomacia española, pues está claro que el trabajo es ofrecer no solo un vocabulario —palabras españolas— sino unos valores que tienen que ver con una sociedad democrática, abierta, que ha avanzado en la singularidad, en la diversidad, que está a la cabeza de políticas que tienen que ver con la igualdad o que tienen que ver con el respeto a la diversidad.
Y eso, más que con declaraciones políticas, se ve con el trabajo de nuestros músicos, cineastas, artistas, de nuestros novelistas, de nuestras poetas. En ese sentido, la cultura española refleja muy bien lo que es el verdadero tejido de nuestra sociedad.
Y desde el punto de vista panhispánico, tenemos por delante la respuestas en común a los retos de la globalización y, en ese sentido, hay tareas que deben cumplirse. Por ejemplo, es muy importante convertir al español en una lengua de la ciencia y la tecnología.
La gran mayoría de los hablantes de español son hispanoamericanos, y los informes de la ONU hablan, por ejemplo, de grandes diferencias económicas, de desigualdad y de falta de desarrollo industrial en esos países. Para revertir eso es fundamental convertir al español en una lengua de la ciencia y tecnología, que nos permita invertir en procesos que tiendan a los equilibrios económicos, a la igualdad, al desarrollo social, esa es otra de las grandes tareas que ahora tenemos en el Cervantes.
Así, cuando alguien diga que el español es una lengua de pobres, podremos decir que no, que no es que sea la lengua de Cervantes o de García Márquez o de sor Juana Inés de la Cruz, es que es también la lengua en la que se investiga de manera importante en la ciencia y que ocupa también un lugar importante en la comunicación y en las nuevas tecnologías.
P: ¿Tenemos entonces los hispanohablantes algún complejo respecto al uso de la lengua? ¿Por qué hay quienes la identifican y la critican como lengua impuesta o de conquista, incluso dentro de sus propias comunidades?
R: Creo que la historia nunca es inocente. A mí lo que me resulta difícil de asumir es una leyenda negra que afecta al español y no afecte al inglés o al francés. Los procesos de colonización han sido lo que han sido, pero quiero recordar que cuando se produjeron los procesos de independencia, de 13 millones de habitantes que había en Latinoamérica, solo 3 hablaban español.
Y eso es porque se había producido aquí un gran respeto a las lenguas indígenas, cosa que no se produjo en los procesos de Norteamérica.
En ese sentido, creo que no debemos tener complejo ninguno. La convivencia, el mestizaje, ha sido muy notable y tenemos que trabajar por el futuro en ese sentido.
Me gustan los relatos que tienen como fin el futuro, no la manipulación del pasado. Y el relato de nuestro futuro tiene que ser la defensa de los valores democráticos.
En ese sentido, me parece que, además, la historia, no por inocencia, sino por la situación objetiva que se fue dando, nos ayuda a sentirnos como una lengua vehicular, de mestizaje y democrática, y ese debe ser el camino.
P: EE. UU. será la segunda potencia hispanohablante nativa para 2050, ¿cómo se compagina eso con políticas como las del presidente Donald Trump?
R: La tradición hispánica de territorios importantes en los EE. UU. está clara. Aparte de eso, los procesos de emigración del mundo hispánico a los EE. UU. han sido muy importantes. Por los índices de natalidad, uno de cada tres niños que nacen en EE. UU. son de origen hispano.
Me parece que esos datos son importantes para tomar conciencia, pero no podemos quedarnos solo con el número por la demografía.
Tenemos que conseguir que nuestro idioma sea de referencia cultural, como ya lo es, y que sea un idioma de referencia científica y tecnológica, y siempre en el compromiso de los valores democráticos.
En el mundo que vivimos, no solo en EE. UU., sino en parte de Latinoamérica como Brasil, o Europa, es importante que cuando alguien quiere hablar de identidades cerradas, que considere la diversidad como enemigo, o lo otro como enemigo, que la cultura en español sea un referente de que, en el mundo de la globalización, las identidades tienen que ser abiertas y tienen que sentirse orgullosas de lo suyo, pero siempre en diálogo enriquecido con las otras identidades.