A cierta edad, la infancia es el paraíso perdido donde ansiamos perdernos si fuimos felices; y, si no, para intentarlo de nuevo. Ponerse sentimental de adulto es hacer planes para la propia infancia.
Fernando se acordaba entonces del Campo Grande, del monumento a José Zorrilla y de la fuente amplia y hermosa, y circular como un reloj de sol para que el propio Sol se lance al mediodía.
[…]
Leer más en nacion.com