Atrás quedaron los buenos tiempos en los que los extremos se llamaban wines y los actuales «cancerberos», goalkeapers. Ya no hay más backs ni marcadores de punta: ahora los laterales son más delanteros que defensores y van y vienen como antes solamente lo hacían los número ocho, cuando el 8 era 8. En la línea de fondo estaban cuatro clavados y no cinco ni tres. Y el 5 era clásico; no había doble cinco, o sea, diez.
A propósito, no existen más las alineaciones del 1 al 11, así que el 9 no es más el 9 de área, el que tenía el arco «entre ceja y ceja». La redonda, o la «caprichosa», tampoco es la número cinco que de chicos resultaba enorme para nuestros pies; ahora «no se mancha» y, encima, «no dobla» a partir de no sé cuántos metros sobre el nivel del mar. Antes, por otra parte, el árbitro era un señor respetable que prefería la sobriedad, andaba siempre de negro y no se dejaba seducir por la alta costura de la patibularia FIFA.
Por lo menos, el fútbol todavía tiene punteros, mediocampistas y defensores, obreros que tiran y construyen paredes, líneas compactas que se adelantan y hacen pressing. Aunque los goles, al menos en España, ahora se «encajan»; soeces se han vuelto los «monárquicos» y ni a su madre respetan, a la Madre Patria que los parió… pero, dejemos en paz a los españoles, que últimamente no encajan sino encasillan. Hasta las ironías —como los insultos— han cambiado… nunca serán lo mismo profiriéndose por Internet.
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