Por chistosos. Usted ya se cayó, y le dicen «¡Cuidado se cae!». Ya la insultaron, y le dicen «¡Cuidado le echan un madrazo!». Trastruecan los tiempos y hacen tropos, ironías y otros juegos de palabras para divertirse. En «Está que llueve» cambian el pasado por el presente, y hacen lo mismo, pero al revés, en «¡P’antier es tarde!». En «¿A cómo, y por qué tan caro?» se adelantan al futuro. En «¡Calle esos ojos!» alteran no ya el tiempo, sino las funciones corporales, como lo hacen con sus quejosos «Peló el cobre», «¡Habla hasta por los codos!» y «Tengo un filo que si me agacho me corto».
Burlan las matemáticas cuanto retan con el famoso «¡Venga y le digo cuántos pares son tres moscas!» o se disculpan con «Lo que es la abundancia de escasez». Y en general le toman el pelo a la lógica cuando aseguran que su contendor automovilístico «consiguió el pase en un tamal»; que a su compañero de amanecida «lo pateó el sereno»; que el buscapleitos de la barra salió a buscar una «piyama de madera» o que «por la plata baila el perro».
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