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| Tarik Jablic (Agencia EFE)

El ladino en Bosnia, entre la memoria del pasado y la lucha por el futuro

El ladino, el idioma de los sefardíes, ha sobrevivido en Bosnia a innumerables guerras, a la caída de imperios y al Holocausto nazi, pero son muy pocos quienes hablan una lengua que lleva la memoria de los judíos expulsados de España y que lucha por subsistir en el siglo XXI.

«Creo que en toda la región de la antigua Yugoslavia no hay más de 20 o 30 personas para las que el español es idioma materno», declara a Efe Moris Albahari, jubilado de 85 años, uno de los cuatro sefardíes en Sarajevo que lo hablan.

El judeoespañol, que en estas zonas balcánicas tuvo influencia del turco y de las lenguas eslavas, se hablaba mucho en Sarajevo hasta la Segunda Guerra Mundial.

Entonces lo utilizaban uno de cada cinco sarajevitas y en el Teatro Nacional había funciones en ese idioma. La primera mujer que escribió dramas en ladino era de Sarajevo, Laura Papo Bohoreta.

La mayoría de los más de 12 000 judíos bosnios fueron asesinados en el Holocausto. Desde entonces, lo usan las familias sefardíes dentro del hogar.

En Bosnia viven ahora unos 1.000 judíos, la mitad de ellos en Sarajevo, y en su gran mayoría son sefardíes.

«Sólo hablábamos en casas, entre nosotros. Y como los viejos se morían, así desaparecía poco a poco», indica Albahari.

El conocimiento de la lengua de sus antepasados salvó la vida a Albahari durante el Holocausto y sus recuerdos han servido para grabar un documental titulado Salvado por el idioma, de los cineastas estadounidenses Susanna Zaraysky y Bryan Kirschen, y que fue presentado esta semana en Sarajevo.

«Toda la película es un himno al idioma que poco a poco se va perdiendo y nosotros, en Bosnia-Herzegovina, tratamos de protegerlo, de preservarlo», explica a Efe Jakob Finci, presidente de la comunidad judía bosnia.

«Posiblemente a partir del próximo año escolar habrá en la Facultad de Filología en Sarajevo cursos alternativos del idioma ladino y de su cultura», anuncia.

Y Albahari recuerda su infancia en una parte vieja de Sarajevo que albergaba la comunidad judía y en la que había una fábrica de chocolate en cuyo patio jugaba con otros niños, que pedían golosinas con un «echam una bombonica para mí».

A comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en 1941, el joven Albahari logró escaparse con ayuda de un antiguo profesor de un tren que transportaba a los judíos a campos de concentración.

Solo y perdido se topó con unos soldados italianos con los que pudo comunicarse en ladino y que le ayudaron. El idioma le salvó la vida.

Dos años más tarde, como miembro de unidades de los partisanos antifascistas yugoslavos, con su conocimiento del sefardí pudo salvar la vida a unos pilotos estadounidenses, uno de ellos de origen hispano, que buscaban ayuda en un monte bosnio tras estrellarse su avión.

Aún recuerda su nombre: «Se llamaba David Gariño».

Durante la guerra bosnia, de 1992 a 1995, muchos judíos abandonaban el país, pero quienes se quedaron, como Albahari, trataron de preservar la vida a su idioma.

«Estudiábamos español, hacíamos todo lo posible para que no se extinguiera. Nos ayudaban soldados españoles de la UNPROFOR (fuerza de la ONU en Bosnia), nos donaban libros», dice.

Los judíos llegaron a Sarajevo y otras zonas de Bosnia durante el siglo XVI, época de dominación del Imperio Otomano en los Balcanes.

La primera comunidad judía en Bosnia se formó en 1565.

Los primeros judíos sarajevitas eran en su mayoría artesanos, comerciantes, farmacéuticos y médicos. En Sarajevo, hasta mediados del siglo XIX, casi todos los médicos eran judíos.

La población sefardí crecía y progresaba junto con la capital bosnia, que se convertía en uno de los principales centros judíos en los Balcanes y fue considerada por muchos una pequeña Jerusalén.

Los judíos no llegaron a Bosnia desde España, sino tras recalar en Estambul y Salónica.

«Apenas la segunda y la tercera generaciones de los expulsados españoles se asentaron en Sarajevo», explicó recientemente en unas declaraciones a Efe Eliezer Papo, rabino no residente para Bosnia-Herzegovina.

Este profesor en la universidad israelí Ben-Gurion, en Beersheba, y director del Centro de cultura ladina Moshe-David Gaon, indica que para los sefardíes bosnios y otros «España no es, y al parecer nunca será, un país mediterráneo o europeo más».

«Es el suelo en el que la literatura judía, en especial la sefardí, alcanzó nuevas cúspides que sólo se pueden comparar con las bíblicas», consideró.

«En España, tanto en la islámica como en la cristiana, y sobre todo entre las dos, se desarrollaron nuevas ramas de ciencias judías, y las existentes progresaban en tal medida que las miradas de todo el mundo judío se orientaban a España, de la que salían las normas y la moda, la cultura alta y la popular», sostiene.

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