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José Luis Paniagua (Agencia EFE)

El Instituto Cervantes ve prioritaria la defensa del español en EE. UU.

El director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, cree que la situación política en Estados Unidos exige dar prioridad a la defensa del español en ese país y considera que todos los políticos mas allá de su signo deberían «tomar conciencia de la importancia de España a través de su idioma».

En una entrevista con Efe en El Cairo, García Montero se mostró firme en la defensa del español como un instrumento de diplomacia blanda que se identifique con la defensa de los valores culturales, «de firmeza democrática y respeto a la diversidad».

«Ahora mismo Estados Unidos exige una prioridad porque las tendencias políticas han intentado dar una imagen de la cultura hispánica peyorativa, ha aflorado cierto desprecio (…) y ahí debemos estar con nuestra comunidad hispana y hacer una labor con los 21 países latinoamericanos que tienen nuestra lengua», dice.

«Si llega un presidente y quita el español de la pagina web de la Casa Blanca pues hay que pedir y presionar para que vuelva el español, hay que recordarle que casi 50 millones de sus ciudadanos tienen el español como lengua nativa», añade.

Poeta, crítico literario y catedrático de la Universidad de Granada, García Montero afirma que entiende «la preocupación de quien piensa en su identidad».

«Lo que no entiendo es que se quiera hacer de una identidad algo cerrado, quimérico, no partidario del diálogo (…) porque eso favorece el surgimiento de totalitarismos», añade.

El director del Cervantes, organismo que se encarga de la enseñanza y la difusión del idioma español en el mundo, participó el jueves en el rebautismo de la biblioteca de la sede del instituto en Alejandría con el nombre del poeta barcelonés Jaime Gil de Biedma, un guiño al escritor y a las dos ciudades mediterráneas.

«El horizonte que se abre en los ojos cuando se mira Alejandría tiene un fondo histórico que es el de su biblioteca», explica García Montero, subrayando que Barcelona ha sido «capital industrial editorial» y «territorio del mundo del libro».

Cumplido el año al frente del Cervantes, admite que echa de menos la enseñanza, en la que lleva 39 años, pero subraya también que la institución «está muy relacionada con la filología, con la enseñanza de la cultura en español, con la enseñanza de la lengua».

Reconoce que la coyuntura política en la que le ha tocado ponerse al frente del Instituto Cervantes es difícil, tras dos años de prórroga de presupuestos y «muchos proyectos que dependen de una nueva financiación».

«Entorpece mucho porque veníamos de momentos económicos difíciles y de grandes recortes, se había recortado mucho el presupuesto del Instituto Cervantes y eso además repercute no solo en las actividades culturales sino en la plantilla», dijo.

Comenta que en los últimos años ha habido 160 vacantes que no se han cubierto y hace falta un nuevo presupuesto, asegurando que «dignificar laboralmente a la plantilla» del instituto es una de sus prioridades.

«Yo creo que el nuevo Gobierno sea del color que sea deberá comprometerse con el Instituto Cervantes en consolidar su plantilla y en intentar ir acercándose a los otros institutos de cultura que hay por el mundo», afirma, recordando que el español, nacido en 1991, es aún «muy jovencito».

Cree que el español y España tienen que ser también puente con el mundo árabe. «Entre Europa y el mundo árabe hay un compromiso de futuro que va desde la inmigración hasta el ordenamiento democrático de la convivencia», explica.

También ve en el África subsahariana y en su crecimiento poblacional un elemento «muy importante» para aplicar allí la «diplomacia cultural».

«El próximo centro que abrimos es el de Dakar», recuerda, señalando que en este tipo de sedes se debe apostar por un «trabajo más de solidaridad, de colaboración».

Lamenta que la coyuntura internacional con conflictos y guerras a veces obliga a cerrar centros como el que funcionaba en Damasco, aunque subraya que la apertura de la extensión en Bagdad del centro de Amán también forma parte de «la normalización y estabilización de procesos de convivencia».

«Esperemos que los conflictos y movilizaciones sirvan para acercar los países a la democratización, y ahí tendremos una labor importante culturalmente que desarrollar, y que no desemboquen en inversiones o en violencias bélicas», manifestó. EFE

 

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