Kevin Martens Wong desconocía la existencia del dialecto —formado a través de la mezcla de portugués y bahasa malayo junto a elementos de lenguajes chinos— hasta 2015, cuando escribiendo un artículo sobre lenguajes en peligro de extinción en la región encontró una pequeña colección de libros sobre el kristang.
«Conocí a 14 hablantes dispuestos a compartir sus conocimientos y tuve la fortuna de conseguir libros de gramática y diccionarios, que suponen un valor tremendo ya que los lenguajes minoritarios suelen carecer de ello, con los que fui adquiriendo una rudimentaria fluidez en el idioma», declara a Efe Wong, de 25 años.
La sorpresa fue mayor para este joven licenciado por la Universidad Nacional de Singapur al descubrir que el idioma era parte de sus ancestros.
«Kristang es la herencia euroasiática de mi abuela. El idioma que exclusivamente hablaba su abuela —la tatarabuela de Wong— y estaba a punto de morir. No podía dejar que pasara», apunta este amante de los idiomas que se defiende en español, alemán y ruso, entre otros.
Aunque hubo que esperar otro año, hasta febrero de 2016, cuando conversando con uno de los guardianes del «tesoro lingüístico», Bernand Mesenas, este le animó a comenzar juntos a revivir el idioma mediante la enseñanza a otras personas.
Wong fundó entonces la iniciativa Kodrah Kristang (El despertar del kristang) con el objetivo de revitalizar el idioma a través de clases dos veces por semana a las que en la actualidad asisten unas dos centenares de personas, entre ellas familias completas.
«Con un amplio rango de edades: desde los 8 años de nuestro pupilo más joven hasta los 82 años de la más adulta, mi abuela», indica el joven, también cofundador de la revista lingüística Unravel (Desenredar).
El idioma, que posiblemente cruzó hasta la ciudad-estado durante el siglo XIX procedente de la vecina Malasia, donde se creó, fue desvaneciéndose a medida que las familias adoptaban el inglés, la lengua de los oficiales en el entonces puerto colonial británico que era un auténtico hervidero de culturas.
El golpe de gracia lo asestó en 1959 el primer ministro Lee Kuan Yew, considerado el padre de la moderna Singapur, al imponer el estudio obligatorio del «neutral» inglés junto a un segundo idioma entre el mandarín, malayo y tamil, a raíz de la predominancia de las comunidades chinas, malayas e hindú en la urbe.
Y relegó a los lenguajes minoritarios, como el kristang, al uso particular.
Estos cuatro idiomas continúan siendo los oficiales en Singapur, con una población de 5,6 millones de habitantes y una de las naciones con mayor nivel de la renta per cápita.
Wong estima que en la lujosa metrópoli hay hoy en día menos de 100 nativos de kristang, todos mayores de 50 años; mientras que en Malasia la situación tampoco es halagüeña.
La iniciativa tiene como objetivo lograr para el año 2045 que entre 100 y 150 familias utilicen el kristang en su ámbito cotidiano, «una modesta meta, pero alcanzable y realista».
«La clave es lograr que los niños lo hablen, lo usen y lo amen. Sin esto, el lenguaje dormirá», remarca.
Una tarea no exenta de retos, ya que en ocasiones tropiezan con palabras nuevas o cuya traducción ha desaparecido, así que optan por consensuar una nueva formula mezclando las raíces del idioma.
En caso de fracasar en su propósito, Kodrah Kristang tiene previsto dejar como legado archivos y material documental realizado con los conocimientos de los hablantes nativos para que el lenguaje llegue al menos al siglo XXII.
El pasado mayo, la iniciativa —que no cuenta con apoyo gubernamental— celebró el primer festival de kristang en Singapur con discusiones, talleres y poesía y donde se presentó un juego de cartas para estimular el aprendizaje.
«Mi abuela me dice que definitivamente prefiere las clases de kristang a los crucigramas», sentencia el joven plurilingüe.