Y zoónimos (nombres de animales): biajaca, bibijagua, bijirita, caguama, caimán, carey, cartacuba, cocuyo, colibrí, comején, curiel, guacamayo, guajacón, guasasa, iguana, jején, jicotea, jobo, jutía, majá, tiburón, tocororo, totí…
El término agenda es un vocablo originado a partir del verbo latino ago, agere, «llevar, conducir, empujar, hacer andar, hacer», de cuyo participio agens, agentis, se formó hacia el siglo XVI, agente y, en el siglo XVII, agencia y agenciar. Agenda apareció en francés, durante el siglo XIX, con el sentido de «las cosas que se deben hacer» y pasó al español, con ese significado, alrededor de 1855. Tiene dos acepciones: «libro o cuaderno en que se apunta aquello que se ha de hacer» y «relación de temas a tratar en una junta o reunión».
Está anunciada para octubre la publicación del nuevo DRAE, que incluye 5 000 nuevas entradas. Entre ellas, se halla precuela, «obra literaria o cinematográfica que cuenta hechos que preceden a los de otra obra ya existente», como ocurrió con el filme La guerra de las galaxias. Y también el cubanísimo jonrón, que, al fin, figurará en las páginas del texto académico.
El elemento compositivo ciber– significa ‘cibernético’ y en el diccionario académico aparecen: ciberespacio y sus derivados ciberespacial, cibernauta, cibernética y cibernético. En el Diccionario de neologismos en línea están: ciberataque; cibercafé; cibercrimen, ciberdelincuencia, ciberdelito;ciberforo; ciberguerra; cibernáutico; ciberokupa —’el que compra y vende dominios de internet para obtener beneficios’—; ciberperiodismo; ciberpiratas; cibersexo; ciberterrorismo y cibertienda. Otras igualmente bien construidas serían: cibercomercio, cibercultura, ciberpágina y cibersitio.
El término contraloría, «órgano encargado de examinar la legalidad y corrección de los gastos públicos» es un americanismo y procede de contralor, del francés contrôleur. Entre sus acepciones se cuentan ‘en el cuerpo de artillería y en los hospitales del Ejército, interventor en la cuenta y razón de los caudales y efectos’, «oficio honorífico de la casa real según la etiqueta de la de Borgoña, equivalente a lo que, según la de Castilla, llamaban veedor. Intervenía las cuentas de los gastos, las libranzas, los cargos de alhajas y muebles, y ejercía otras funciones importantes», así como la acepción que se ha generalizado entre nosotros —«funcionario encargado de examinar las cuentas y la legalidad de los gastos oficiales»—, en su variante femenina, contralora, en razón de la persona que ocupa el cargo; ese femenino no aparece aún en los diccionarios aunque es tendencia, como se aprecia también en cardenala.