Hace unos años, el escritor vasco Bernardo Atxaga se encontró con el sueco Göran Tunström, fallecido en 2000, en la Feria del Libro de Gotemburgo. «He leído tu libro El oratorio de Navidad y tiene un lenguaje muy elegante», le dijo el autor de Obabakoak, que entonces acababa de publicar en Suecia El hombre solo. «¿Elegante?», le respondió sorprendido el nórdico. «Mi sueco no es nada elegante». Algo se debió haber ganado en la traducción.
La misma sorpresa se habría llevado William Faulkner de haber leído una vieja versión en español de su novela El ruido y la furia. Donde él escribió «3 Merry Widows. Agnes, Mabel, Beckie», en referencia a un prehistórico condón de aluminio, el intérprete tradujo que había tres mujeres en el prado. El error no dejaría de ser una anécdota si no fuera porque el hallazgo del preservativo es capital en la novela.
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