«El silencio nos es necesario, desde luego, para un acto fundamental de humanidad: escuchar las palabras de otros. También para decir las propias», ha indicado Mayorga (Madrid, 1965), considerado como el dramaturgo y director español de mayor proyección internacional, en el pleno celebrado en la RAE, donde ocupará la silla que dejó vacante el poeta Carlos Bousoño a su fallecimiento, el 24 de octubre de 2015.
A la RAE llega, ha dicho el académico «con gratitud y ganas de faena», llevando consigo lo que ha recibido de un arte que le ha educado «en la escucha y en el examen» de lo que escucha: «Enfermo de teatro, vivo pendiente de lo que las personas hacen con las palabras y de lo que las palabras hacen con las personas», ha dicho.
«No soy un científico de la lengua; soy más bien un carterista y un trapero y un remendón. Camino al acecho de palabras que, pinchadas en la plaza o en el metro, quizá merezcan una noche, cosidas a otras, subir al escenario», ha confesado el dramaturgo.
Palabras que, pronunciadas en un escenario, «son capaces de causarnos placer o dolor o tristeza o alegría o envidia o nostalgia» y entre las que ha escogido la de silencio para hablar y titular su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua.
«La importancia del silencio en el teatro corresponde a la que tiene en nuestro vivir», ha indicado Mayorga que ha recordado que en el escenario, es el actor el más importante creador de silencio: «si el silencio es parte de la lengua, lo es, y determinante, del lenguaje teatral».
Para Mayorga, que ha diferenciado entre silencio prudente y cobarde, su propio trabajo como dramaturgo «ha consistido en poco más que intentos de construir silencios».
Entre estos silencios de su carrera como dramaturgo, ha recordado «el del hombre estatua; el de quien no habla porque es todo escucha; el del artista enmudecido por el censor; el del niño invadido por la palabrería de los adultos; el del deprimido; el de los mapas que, dando a ver unas cosas, ocultan otras» o el de la Europa que asistió muda al asesinato de sus judíos.
También ha hablado del poder y el silencio y ha considerado que «la expropiación de la palabra por el poder es el tema político fundamental del teatro en cualquier tiempo».
«Pero el poder que silencia no siempre tiene rostro y nombre como en las tragedias de Sófocles y Lorca», dos autores a los que vincula una idea, la de que «el poder no necesita pedir silencio; su presencia misma hace callar».
Clara Janés ha sido la académica encargada de responder al dramaturgo con un discurso en el que ha hecho una semblanza de Juan Mayorga para quien, ha dicho, «el arte dramático tiene una finalidad moral y política».
«Los conocimientos de Juan Mayorga son muchos y tan inesperados que no dejan de sorprender», ha indicado Janés, que ha recordado que tiene 37 obras teatrales, ha sido traducido a más de treinta idiomas, es representado en todo el mundo, poseedor de premios nacionales e internacionales y es autor de numerosas publicaciones de ensayos y artículos.
Un académico al que ha dado la bienvenida en nombre de todos los miembros del pleno de la RAE que agradecen la llegada con él de un «soplo verdadero de creatividad».
La RAE cuenta en la actualidad con 46 académicos de número, que ocupan su plaza de forma vitalicia. Solo ocho letras del alfabeto no están representadas -ni lo han estado en el pasado- en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.