Al demandar la supresión de una acepción por considerarla lesiva para un determinado ámbito o sector, los ciudadanos «tienen una idea equivocada», ya que el diccionario «no es ni un libro de moral ni un instrumento para cambiar la sociedad», ha razonado Gutiérrez en una entrevista con Efe, catedrático de Lingüística General en la Universidad de León y doctor Honoris Causa por la de Salamanca.
El diccionario, ha agregado antes de pronunciar unja conferencia en Salamanca, «no tiene por qué evitar palabras malsonantes, porque son un reflejo de la sociedad; no tiene que evitar los usos despectivos porque tiene la obligación de reflejar lo que hay, es decir, para que algo no aparezca en el diccionario primero debe eliminarse del uso de la lengua».
En opinión de quien ha sido el coordinador de la última Ortografía de la lengua española, aprobada por las veintidós academias, no deben cambiarse por tanto las acepciones de algunas palabras como subnormal.
«Muchísima gente la utiliza en sentido despectivo, pero lo que hay que hacer es educar a la gente para que no la use», ya que el diccionario «no es un instrumento para cambiar la sociedad, sino todo lo contrario, es un reflejo de la lengua».
Salvador Gutiérrez Ordóñez (Bimenes, Asturias, 1948) no pertenece al grupo de puristas del lenguaje que critica la incorporación masiva de palabras al Diccionario de la Real Academia Española, todo lo contrario, es de los que creen que «recoge los usos del pueblo» y son los ciudadanos «los que lo modifican en primera instancia».
«Es que tiene la obligación de ser el reflejo del uso social de la lengua, es decir si el pueblo introduce un cambio, un término por muy feo que parezca en principio y por muchas reacciones contrarias que provoque, terminará entrando en el diccionario. Entra primero en el uso, luego se refleja en los corpus que hace la Academia de la Lengua y terminará cristalizando», ha argumentado.
Este profesor, autor de una veintena de obras sobre semántica, sintaxis y gramática, tiene respuesta a la pregunta sobre si se deben incorporar anglicismos cuando existen en español: «lo deseable sería que se utilizara ese término en español, pero cuando el pueblo decide que utiliza ese anglicismo, acabará por hacerlo».
El ejemplo más claro es el término fútbol, socialmente aceptada en lugar de balompié mientras que, en el sentido inverso, la sociedad se ha decantado mayoritariamente por el de baloncesto y «apenas utilizamos basket», por lo que se trata de «una decisión del pueblo, que es quien elige una opción u otra».
Salvador Gutiérrez es asturiano de nacimiento, de Taballes, un anejo del municipio asturiano de Bimenes, y en la Universidad de Oviedo se doctoró en Filología Hispánica, pero reside en León desde hace cuarenta años, donde ha desarrollado una trayectoria que ha sido distinguida con el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades, que recoge mañana en Valladolid.
Este galardón le ha supuesto una «gran alegría» por tratarse del reconocimiento aun trabajo que ha hecho extensible a «toda la facultad de Filología de la Universidad de León».
No obstante, considera que en España aún «se marginan» a las Humanidades «desde el punto de vista de ayudas a la investigación», sin tener en cuenta que «después de vivir, más adentro, tenemos una inteligencia, un alma que tenemos que cultivar y desarrollar porque es la que nos va a dar la felicidad».