En una entrevista con EFE tras haber abordado esa disyuntiva esta semana en Vigo en el LVII Congreso Internacional de la Asociación Europea de Profesores de Español, Domínguez, que el año pasado obtuvo el Premio de Excelencia Docente, señala que planteó el taller sobre ChatGPT y la enseñanza del idioma en una sesión en la que, primero, compartió con los profesores su conocimiento de esa herramienta.
«En el ámbito de la enseñanza de lengua, los docentes no somos muy dados a utilizar la tecnología, así que intuía que los asistentes habrían oído hablar de ChatGPT, pero no lo habrían utilizado. Les expliqué primero qué es ese recurso informático y les planteé la pregunta de si puede ser un aliado o una amenaza para los profesores ante el peligro de sustituirnos», indica.
Después, le formularon a la inteligencia artificial la pregunta de para qué puede servirles a los profesores de lengua. Les respondió que para hacer ejercicios de vocabulario, conversación, creación de textos, exámenes, correcciones de pruebas…, pero comprobaron que, en la práctica, no cumple alguna.
«Conversar no se puede porque su última actualización es de septiembre de 2021. Así que si le dices: “Hola, ¿cómo estás?”, te responde que no está programado para contestar preguntas en tiempo real», precisa el investigador.
Pusieron a prueba a la IA con otras actividades y ahí sí dio la talla. «Simulamos ser estudiantes que están aprendiendo español como lengua extranjera y le hicimos preguntas en inglés. Le pedimos una redacción para el B1 de español, pero con algunos fallos, y en tres segundos lo tenía», relata.
¿Habría colado un texto así en un examen? Sí, responde con rotundidad Domínguez. «Muchos profesores decían eso, que no les podrán mandar textos al alumnado para casa porque si le presentasen el de ChatGPT lo darían por válido. Las tareas de expresión escrita se tendrán que hacer en el aula», concluyeron en el taller que se celebró en la Universidade de Vigo.
Otro encargo para la inteligencia artificial fue presentarle un texto de un angloparlante con errores para que lo corrigiera, le pusiera nota y diera la versión correcta. En paralelo, los docentes se pusieron con la misma faena. El resultado es que, mientras los profesores estaban corrigiendo, en un abrir y cerrar de ojos, ChatGPT lo tenía corregido, con nota y versión buena.
Eso sí, en la calificación al supuesto alumno solo un profesor entre una veintena coincidió con la IA al darle un cinco.
«Para unas cosas puede ser útil porque proporciona recursos en muy poco tiempo, pero por otro lado no nos puede proporcionar tantos recursos como a priori podemos pensar», advierte el investigador.
Además, matiza que la concreción de las preguntas es clave. «Si le cuestionas sobre cómo se puede estudiar el subjuntivo, las respuestas son generales y no resultan útiles para los estudiantes», reflexiona.
Recuerda que, en abril, Bill Gates, fundador de Microsoft, auguraba que en unos 18 meses estas inteligencias artificiales ya se habrían entrenado lo suficiente para poder iniciar su transición y en dos años podrían comenzar a reemplazar a los docentes. «Dadas las limitaciones que tiene, pensamos que esa afirmación es atrevida», sostiene Domínguez.
«Ahora mismo ChatGPT es más un recurso útil que una amenaza, pero no sé si cuando esté más perfeccionado pueda poner en peligro la profesión docente. Creo que hace falta más tiempo para suplantar al profesor», estima.
En el congreso que se celebró esta semana en Vigo participaron unos 130 docentes de más de una veintena de países de distintos continentes.