Han pasado tal vez 10 años pero lo recuerdo con precisión. Gemma Nierga le había preguntado a aquel niño que acababa de interpretar una pieza musical en el programa La ventana, que ella dirigía entonces: «¿Por qué decidiste tocar el fagot?». Y el pequeño músico respondió: «Porque me gustó la palabra».
La Academia bendijo fagot en 1837, con esa t final que sugiere su origen no patrimonial. Pero la misma fonología del español que ha asimilado mamut o robot se quedó también con este curioso vocablo extranjero.
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