Adquirió en una web de artículos de segunda mano un ejemplar de la que creía la primera impresión, pero al cotejar su contenido con la de 1780 que la Academia tiene publicada en su página de internet se dio cuenta de que había vocablos que no coincidían.
En enero de 2021, comenzó una exhaustiva investigación y comprobó que incluía numerosas correcciones, sobre todo de signos diacríticos como tildes, diéresis o comas, y también sustituciones de unas letras por otras o correcciones ortográficas.
Los académicos han llegado a la conclusión de que este ejemplar, de cuya existencia no había constancia ni en los catálogos bibliográficos especializados sobre el siglo XVIII ni en las fichas de bibliotecas de todo el mundo ni en los archivos españoles y extranjeros, es una reimpresión llevada a cabo en 1781, un año después de la primera edición.
Prieto ha constatado que existen otros ejemplares en la biblioteca pública de Nueva York (Estados Unidos), en la municipal de Lyon (Francia), en la central de la Universidad de Navarra y en la Residencia de Estudiantes de Madrid.
En sus estudios ha podido comprobar que las correcciones solo se llevaron a cabo en el primer tercio del diccionario, en las palabras de las 320 primeras páginas de un total de 954 y no todas las cambiadas o corregidas fueron trasladadas a la segunda edición en 1783, ya que en torno a un 30 por ciento de las modificadas pasaron a esa edición tal como estaban en la primera, sin cambios.
Uno de los ejemplos más curiosos es el de la palabra absorber, que en la edición de 1780 aparecía escrita con uve (absorver).
La palabra fue corregida en la reimpresión de 1781, pero de nuevo aparece con uve en 1783 y se mantiene así en las ediciones de 1791, 1803, 1817 y 1822 hasta que cambió a be en 1832, como sigue en nuestros días.
Prieto ha narrado los pormenores de su investigación en el libro Un eslabón recuperado de la lexicografía española, publicado por Visor Lingüística y prologado por el académico Pedro Álvarez de Miranda.