Un banco es un asiento. Y también una empresa financiera. O un conjunto de peces. Tirar significa ‘lanzar algo’. O ‘desecharlo’. Y también ‘acarrear’.
La polisemia y la ambigüedad son el pan nuestro de cada día en lengua. De hecho, la mayoría de palabras de un idioma acaparan varios significados. Y tiene sentido: al fin y al cabo, una lengua que asignase un único significado a cada palabra acumularía un repertorio de vocabulario inabarcable.
Habitualmente, la polisemia no genera demasiados conflictos a los hablantes porque sabemos discernir sin mucho esfuerzo el significado con el que nuestro interlocutor está usando una palabra polisémica, ya sea a través de las palabras que la acompañan o de la situación que nos rodea. Es improbable que la frase ¡mira ese banco! se refiera a una sucursal financiera si estamos en el acuario mirando peces.
Sin embargo, hay algunas palabras en las que la polisemia resulta menos evidente y las palabras se convierten en un terreno minado. El verbo consentir es una de ellas.
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