Nadie cocina mejor que nuestras abuelas. Ni nuestras madres, ni nosotros, ni los hermanos Roca subidos uno encima del otro coronados por Massimo Bottura en un día inspiradísimo. Pero ni de lejos, vamos. Porque la comida de abuela no solo es comida: son recuerdos, sensaciones, cocina a fuego lento, ofertas de un huevo frito «por si te has quedado con hambre», sobremesas largas, amor y familia. Todo en uno. Y si encima llaman ‘mondarinas’ a las mandarinas, ‘nuguetes’ a los nuggets o ‘cachús’ al ketchup, además generan sonrisas de las buenas y anécdotas que pueden pasar de generación en generación.
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