Sin embargo, resulta poco probable que se conozca de dónde proceden y que se establezcan las adecuadas relaciones de parentesco con sus antecesores lingüísticos.
Ambas palabras tienen como ilustre progenitor al término doctor, -a, del latín doctor, -ōris, con el que que hoy damos nombre —y así aparece recogido en los diccionarios—a la «persona que ha recibido el último y preeminente grado académico que confiere una universidad u otro establecimiento autorizado para ello» o al «médico, aunque no tenga el grado académico de doctor». Sin embargo, esta voz surgida a mediados del siglo XIII, etimológicamente significa «maestro, el que enseña» y se deriva de docere, «enseñar».
Es por ello que en la familia de doctor, -a se encuentran no solo doctorar, doctorando,doctoral; docto, «sabio»; doctrina, doctrinar o adoctrinar, doctrinal; sino también —derivados directos de docere—dócil, propiamente «que aprende fácilmente» —hoy, «obediente» e, incluso, «dicho de un metal, de una piedra o de otra cosa: que se deja labrar con facilidad»—; docilidad; documento —del latinismo documentum, «enseñanza, ejemplo, muestra»; documentar, documentación, documental, que si bien inicialmente calificaba solo a aquello «que se funda en documentos, o se refiere a ellos», hoy se refiere, además, a «una película cinematográfica o de un programa televisivo: que representa, con carácter informativo o didáctico, hechos, escenas, experimentos, etc., tomados de la realidad».
Y ¡claro!, como ya dijimos, también pertenecen a esta familia: docente —del latín docens, -entis, participio activo de docēre, «enseñar»— «que enseña o instruye» y «perteneciente o relativo a la enseñanza», y docencia, «práctica y ejercicio del docente», «enseñanza».
Aunque, docente y docencia son términos de uso común en la práctica pedagógica iberoaméricana; ello puede tener sus matices propios de cada pueblo. Por ejemplo, mientras que para nosotros, docente da nombre al maestro o profesor de cualquier nivel de enseñanza, en Perú, es la persona que enseña sea o no profesor, mientras que este último término se reserva para el profesional o licenciado en Educación.
No quería concluir sin referirme a lalocución latina honoris causa, que por lo general aparece escrita en el título doctor honoris causa que las universidades conceden como reconocimiento a méritos especiales. Este título se escribe con inicial minúscula y la locución, en cursivas —en su defecto, entrecomillada—, lo que pone en evidencia un error bastante común, asociado a esa absurda tendencia que existe de conferir autoridad a través de las mayúsculas.
Como he dicho otras veces, la lengua es un organismo vivo y, por ello, con el devenir del tiempo transforman su significado y sus usos, lo que genera sorprendentes parentescos como el hoy analizado.