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Isabel Laguna (Agencia EFE)

De «al liquindói» a «biruji», o cómo Cádiz invita a reinventar el español

Sieso, cursi, malaje, quillo, jartible, biruji, al liquindói, mandao o bastinazo son parte de las decenas de palabras con las que el español se ha reinventado y ensanchado en Cádiz, y con las que la ciudad se ha engalanado para recibir al IX Congreso Internacional del la Lengua Española.

Con más de tres mil años de historia, Cádiz, la ciudad más antigua de Occidente y la más americana de Europa, se convierte a partir del lunes en escenario del foro más importante del mundo de reflexión sobre el pasado, el presente y el futuro del español.

Cádiz no ha querido dejar pasar la ocasión para exhibir el peculiar talento y el disparatado ingenio que durante la historia han desarrollado los vecinos de esta ciudad rodeada de mar y, normalmente, envuelta en vientos, para crear, por los más diversos azares, nuevas palabras.

SICUR, SICUR, SICUR… CURSI

Algunas de ellas han viajado fuera de la ciudad y se han convertido incluso en parte del español más global y académico.

Es el caso de la palabra cursi, definida por la RAE como quien ‘pretendiendo ser elegante, resulta afectado, ridículo o de poco gusto’, y que nació en Cádiz cuando las hijas de un sastre llamado Sicourt paseaban por la ciudad y les cantaban a su paso «las niñas de Sicur, Sicur, Sicur, Sicur…».

Otras son palabras que en Cádiz se reinventan: aquí, sin ir más lejos, una baraja más que un juego es el cierre metálico que echan los comerciantes en sus tiendas.

Una exposición en la fachada del Mercado, ediciones de libros, debates y hasta un nuevo rap invitarán a los más de 300 expertos de la lengua que participaran en el IX Congreso Internacional de la Lengua Española a conocer la intrahistoria de los «gaditanismos» e incluso a hacerlas suyos.

Varios ingredientes contribuyen al talento de los gaditanos para crear su propio léxico, según explica a EFE el profesor Pedro Payán, autor de El habla de Cádiz, un volumen en el que plasmó sus investigaciones sobre un centenar de gaditanismos.

Uno de ellos es «la propia historia de la ciudad, que los fenicios fundaron como Gadir, los romanos rebautizaron como Gades, los árabes Qadis… Es una historia que ha ido enriqueciéndose, también con la época de esplendor de las relaciones comerciales con América», cuenta Payán.

Otro es «su geografía, porque la ciudad es como una isla abierta», que le ha dado un profundo contacto con el mar y un tercero «el carácter de su gente»: «En Cádiz todo lo negativo nos lo tiramos a la espalda con guasa, con ingenio, como también se demuestra en nuestro carnaval», afirma Payán.

Fue después de pasar catorce años en Canarias, cuando, al regresar a su ciudad, decidió recopilar y estudiar las expresiones genuinas de Cádiz.

«A veces las escribía en servilletas de un bar, según las iba escuchando», cuenta. «El libro tiene ya cuarenta años y no ha parado de crecer», explica, mientras cuenta que tiene «una carpeta llena de notas» que, a sus 85 años, y por problemas de vista, ya no está «en condiciones» de incorporar.

La octava edición será uno de los recuerdos que los 300 académicos y expertos en la lengua española recibirán como regalo.

El peculiar diccionario da cuenta de la variedad de procesos que han hecho surgir nuevas palabras.

«Muchos son por nuestra manera de ser, nos gusta comernos las palabras, abreviar, ir al grano y tenemos mucha imaginación», cuenta a EFE Daniel Prada, creador de la webserie Gaditanismos y en la que ahora ha publicado el rap Hey, tú, habla en gaditano.

«Hey, tú, habla en gaditano / que todas estas palabras no las inventamos en vano. No me seas sieso, papafritas y julai / que te cuento en verso estas cositas de Caí», dice en su estribillo este rap que hace un repaso a este diccionario.

«El Congreso de la Lengua dónde se iba a celebrar/ si es que no hay mayor riqueza que en mi Cádiz al hablar», concluye el rap.

UN PARTICULAR DICCIONARIO

Dentro de esa riqueza, hay fenómenos por su popular triple negación no ni ná, para enfatizar una afirmación

O transformaciones de otros idiomas como al liquindói, que viene de la expresión inglesa at looking doing y se ha convertido en una forma de contar que uno esta alerta.

Y guachisnai, que procede de What’s your name? y se usa en Cádiz para referirse a una persona extranjera y también para definir a una persona corriente.

La historia ha dejado su huella también. Cuando en Cádiz alguien dice que está en el paraíso, es probable que se refiera a que está en los asientos más altos de un teatro. La expresión, cuenta Payán, viene de la época de las Cortes de Cádiz, cuando el público podía acceder a las sesiones parlamentarias en la parte superior del Oratorio San Felipe Neri, al que entraban por una puerta con el escudo de un paraíso.

En gaditano chiquillo es solo quillo; cuando sangra la nariz uno tiene mosqueta, se siente biruji con los vientos frescos y cuando a uno le hacen una ajogaílla es que le están haciendo una ahogadilla.

Hay personas que son carajote, porque se pasan de buenas o despistadas y otras antipáticas y desagradables a las que se les llama malaje, que parece venir de mal ángel, y luego está el pimpi, un embaucador.

El mundo del carnaval ha aportado palabras como cajonazo para referirse a las agrupaciones que no han conseguido entrar en la Gran Final del Concurso Oficial de Agrupaciones y Comparsas o a algún tipo de fracaso, y el marinero otras como bastinazo, que tienen su origen en el nombre en un pescado de poca calidad y se usa para decir, por ejemplo, que una película mala es un bastinazo.

«La lengua está siempre efervescente», subraya el filólogo gaditano.

No obstante, los académicos no deben tener jindoi (miedo, procedente del caló) a salir rebautizados de su estancia en la ciudad; ni sentir ardentía (ardor de estómago) al escuchar ciertos retorcimientos del español; sino más bien disfrutar del tangai (jaleo) y hasta celebrar con papelillos (confeti) que el español es una lengua viva. 

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