Villanueva (Villalba, Lugo, 1950) participó este miércoles en Logroño en el foro de opinión La Bitácora, donde pronuncia una conferencia sobre Morderse la lengua o libertad de expresión, materia a la que ha dedicado su último libro, en el que analiza el impacto en la sociedad occidental actual «de la corrección política y la posverdad».
Dos fenómenos, asegura, que crecieron a partir de los años 80 del pasado siglo en las universidades norteamericanas y que se han convertido en «la censura moderna, que ya no la ejerce de forma directa el poder político, aunque a veces la asume, sino que es una censura que hace la propia sociedad civil».
Cree que «la sociedad no estaba preparada entonces, y tampoco del todo ahora, para este fenómeno», en el que «se observa al hablar que hay expresiones que se consideran inaceptables y el resultado es una limitación marcada de la libertad».
En algunos ámbitos «ha ido a peor», afirma Villanueva, quien relata que en determinadas universidades norteamericanas existe ya «algo que se denominan espacios seguros», que son clases en las que «el profesor no puede explicar nada que desequilibre emocionalmente al alumno», lo que en la práctica supone que «desaparece la libertad de cátedra».
Junto a la corrección política, ha crecido en la sociedad el concepto de posverdad, que tiene un origen filosófico, explica, el de la teoría de la deconstrucción que creó el francés Jacques Derrida, que abogaba por «deconstruir el lenguaje como forma de expresión de las cosas» y «se niega la existencia de la verdad, incluso en campos como el de la ciencia».
«Quienes siguen esta idea rechazan que la ciencia sea el resultado objetivo de hacer ensayos, creen que hay ponerlo todo en cuestión, porque lo que surge de la ciencia es un dogma que no hay por qué creer», detalla Villanueva, quien recuerda que el expresidente de Estados Unidos Donald Trump seguía esta corriente.
En lo que se refiere al lenguaje, esa teoría aboga por descomponer su estructura «y eso nos lleva a crear una mentira posmoderna» que es el intento de «renombrar» algunas cuestiones, explica Villanueva.
Es ahí donde aboga por «el sentido común lingüístico» para mantener el uso de las palabras, que ha sido común en la historia, y no caer en situaciones promovidas con la corrección política.
Un ejemplo, explica, está en el género y la corriente de tratar de utilizar en textos y conversaciones «el ello, ella, elle».
«En 2018, cuando se celebraba el 40 aniversario de la Constitución, la entonces vicepresidenta del Gobierno (Carmen Calvo) dijo que era un texto escrito en masculino, que debía ser inclusivo» y «eso solo significó echar un borrón a un momento que debía ser de celebración porque los hablantes no lo aceptaron», asegura.
«Estamos —insiste— ante una situación de sentido común lingüístico y de ecología de la lengua» para que «intentos de imponer esa corrección política no tengan éxito».
«No soy pesimista ni derrotista sobre cómo avanza la corrección en España porque creo en la sociedad y veo una reacción razonable contra ella, aunque haya intentos de imponerla», subraya.
También incide en que, en realidad, «no es un fenómeno nuevo» y ya hay antecedentes «desde la revolución rusa», cuando «un lingüista dijo que el idioma debía cambiar porque venía del zarismo y había que hacer ruso del proletariado» y «quien cortó esa corriente fue el propio Stalin porque dijo que se produciría un caos».
Además, relata, «Mussolini en Italia y el Tercer Reich en Alemania tuvieron intentos de imponer un determinado lenguaje y también fracasaron».
Por eso, «no hay que ser negativos con lo que está pasando», según Villanueva, aunque «sí hay que tener cuidado con que esos intentos de imponer el lenguaje políticamente correcto lleguen a la educación, esa es la verdadera amenaza», concluye.