En el preciso momento en que el Gobierno griego anunció su decisión de cerrar los bancos y establecer un control de capitales, la palabra corralito volvió a nuestras vidas y a los titulares.
Aunque parezca que el español importa más palabras de las que exporta no es del todo así. O más bien, no fue del todo así. El descubrimiento de América y la época de esplendor del Siglo de Oro permitió que palabras propias del español viajaran por todo el mundo. La hispana, como cultura dominante, creaba tendencia.
Que términos como armada, chocolate y patata estén presentes en idiomas como el húngaro o el alemán responde a dos tipos de procesos naturales de la lengua. El filólogo Alberto Bustos, profesor responsable del Blog de Lengua, nos explica que en primer lugar «quien inventa algo, inventa la palabra que lo nombra» y que «a través de la lengua es posible adaptar a una cultura realidades que le son ajenas».
Además, señala Bustos, el latín es responsable de que diversos idiomas compartan expresiones que creemos propias. «En este caso no sería tanto una aportación del español como una derivación o apropiación de términos latinos». Si alguna vez os habéis encontrado en un medio de comunicación internacional con la agenda de un presidente o una convocatoria de referéndum, es por esto.
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