La tilde, el acento, ese signo ortográfico que es una raya oblicua que se coloca arriba de una vocal para marcar que esa sílaba ha de pronunciarse con más fuerza dentro de una palabra. En la cancha se podía leer “HERNANDEZ”, “LAYUN”, “JIMENEZ” (así, en mayúsculas) en las espaldas de los mexicanos, sin acento, mientras los portugueses “CÉDRIC” o “ANDRÉ GOMES” portaban uno de los signos ortográficos latinos que distinguen al español.
Israel Márquez, jefe de Prensa de la Federación Mexicana de Fútbol —sí, a pesar de ser mexicanos y de pronunciar [fut-BOL] nuestra federación sí acentúa esta palabra— dice que el registro de los nombres y apellidos que las federaciones de fútbol hacen ante la FIFA no pueden cambiarse. «Para registrar a un jugador en una competencia, debemos hacerlo con un documento oficial, en este caso el pasaporte», me explicó Márquez en un correo electrónico. Los pasaportes mexicanos, emitidos por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), tienen los nombres de sus portadores en mayúsculas… y sin tildes.
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