Nuestras conversaciones cotidianas están cada vez más mediadas por dispositivos con aplicaciones potentes, como el móvil. Por ejemplo, el Whatsapp empieza a desplazar el diálogo cara a cara para posicionar una forma de comunicación que combina lo oral, lo escrito, las imágenes para expresar estados de ánimo (los emoticones) y la posibilidad de llevar varias conversaciones al tiempo.
Así, la velocidad y versatilidad de los aparatos, junto a nuestra capacidad para inventar lenguajes y comunicarnos según la tecnología de cada época, transforman la cotidianidad. Los jóvenes, especialmente, prefieren el «contacto personal» mediante el Whatsapp: desde las primeras horas del día escriben rápidamente, comparten mensajes, manifiestan sus sentimientos y participan en conversaciones grupales y aumentan o fortalecen su círculo de amistades.
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