Una de las ventajas atribuidas a los anglicismos se basa en su mayor brevedad frente a cualquier alternativa en español. Con ese argumento se defienden barbarismos superfluos que nos evitan el sin duda sobrehumano esfuerzo de pronunciar una o dos sílabas más, algo que puede dejar a la gente exhausta.
Pero al mismo tiempo que algunos de esos breves vocablos desplazan a términos españoles más largos, se sustituyen expresiones comunes del español por locuciones anglicadas que necesitan a su vez más letras y golpes de voz que su alternativa en castellano.
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