Gentilmente, hablaron todo el tiempo en español, pues ni Emilia –mi esposa–, ni yo dominamos otra lengua nacional. No obstante, tuvimos el gusto de ser saludados en ñañú, en totonaco y yo correspondí en náhuatl, que es de la que tengo mayor noción.
A mi amiga Yolanda de León la conocí en la Biblioteca Central Estatal Wigberto Jiménez, ubicada en León. Ahí impartía un curso básico de ñanú, al cual asistimos Emilia y yo. Esa lengua es conocida popularmente como otomí. Eso se debe a que los mexicas, la cultura dominante en otros tiempos, así llamaban a ese pueblo y su forma de hablar; pero ellos mismos se reconocen como los ñañú.
Yolanda también es una excelente cuenta cuentos. Múltiples ocasiones es convocada por la Biblioteca Estatal para presentarse ante niños en época de verano. Antonino, su esposo, aunque no es profesor bilingüe, también da clases en diversas materias agronómicas.
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