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| Magí Camps (La Vanguardia, Barcelona)

Aviso a delincuentes

Si secuestra a alguien y envía mensajes desde el móvil de la víctima, antes fíjese cómo escribe.

Si comete un secuestro, no envíe mensajes con el móvil de la víctima —simulando que se ha ido de casa voluntariamente— sin haber hecho antes un buen aprendizaje de cómo escribe su secuestrado. Por ejemplo, si cuando abrevia porque, escribe pk, pq, xk o xq, hágalo igual. Si saluda, también observe cómo: si escribe hola con o sin hache, o si alarga las vocales: holaaaaaa. Si emplea admiraciones; si teclea espacios de más; si abrevia mucho o poco… Ah, y muy importante: cuál es la media de palabras que incluye en cada frase.

Le explico esto, señor delincuente, porque el mundo forense no se limita a las pruebas de ADN, a las huellas digitales ni a las salpicaduras de sangre, como hace su admirado Dexter. Ahora también analiza lo que usted dice y cómo lo dice. Los especialistas en esta materia son licenciados que se han preparado en másters de Lingüística Forense, como el de la UPF. Porque forense, que deriva del foro romano, no sólo se refiere a los muertos, sino a toda práctica legal.

El miércoles, en la sede del IEC, dos lingüistas forenses, Núria Gavaldà y Sheila Queralt, explicaron algunos de sus secretos. Trabajan en el ForensicLab, del Institut Universitari de Lingüística Aplicada, en la UPF. Intervienen en conflictos legales, como en el caso de una cláusula confusa que ha de ser correctamente interpretada: ¿recuerda las preferentes? Pues los peritos lingüísticos tuvieron mucho que decir.

Y como tienen mucho que decir, se reivindican. Esta disciplina nació en los años sesenta en Estados Unidos, Canadá y Australia, y llegó a Europa por el Reino Unido. El derecho anglosajón, un paso —o dos decenios— por delante del derecho continental. Pero aún hay desconocimiento entre los jueces, que son los que llevan el peso en los casos europeos.

Un ejemplo: un ciudadano de Montgat de familia andaluza fue confundido en Italia con un narcotraficante. Juzgado en Nápoles, la juez llamó a un ingeniero para que certificara si unas grabaciones de voz se podían atribuir al acusado, Óscar Sánchez. El ingeniero italiano llegó a la conclusión de que sí. Dos años después, el condenado pudo demostrar que su voz no era la misma que la del narco. Bastó con que las voces las compararan peritos lingüísticos de lengua castellana. Esteeee, el narcotraficante tenía acento uruguayo, y Sánchez, andaluz. Si la juez napolitana hubiera llamado a un perito lingüístico italiano, este habría buscado el asesoramiento de un perito hispanohablante y Sánchez se habría ahorrado dos años de prisión.

Elemental.

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