Precisamente esa curiosidad que nos empuja al diccionario es el primer escollo que encontramos, al crearse una paradoja por la cual lo que contiene no nos atañe:
1. f. Deseo de saber o averiguar alguien lo que no le concierne.
2. f. Vicio que lleva a alguien a inquirir lo que no debiera importarle.
Este fallo en Matrix, similar al que se produce si pretendemos encontrar a Chuck Norris en Google, podría ser el origen del dicho popular «la curiosidad mató al gato». Es improbable, pero nos sirve para ilustrar esta entrada.
Para evitar que mueran gatitos como efecto colateral de nuestra curiosidad, vamos a husmear —concepto este más positivo— otras definiciones interesantes. Uno de los campos escurridizos para la descripción es el que comprende lo fantástico, legendario o esotérico.
1. m. Espectro o cadáver que, según cree el vulgo de ciertos países, va por las noches a chupar poco a poco la sangre de los vivos hasta matarlos.
Si bien no se sabe claramente lo que son ni de dónde vienen los rumores de su comportamiento, parece que lo que está claro es que los vampiros son perseverantes y no tienen prisa. Tal vez eso justifique la existencia de la saga Crepúsculo.
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