Este tipo de frases pueden crear un malestar en el receptor, que en un primer momento quizá no consiga detectar a qué se debe, ya que ha recibido una frase objetivamente «amable». Aquí algunos ejemplos y los motivos de su nocividad.
«Recuérdamelo»
Ejemplo contextualizado:
—¿Te apetece venir el próximo viernes al cine con nosotros?
—Vale, recuérdamelo.
Es una de las frases menos consideradas que alguien puede decir a un compañero, a una pareja o a un amigo, y he aquí por qué.
Cuando pides a otro que te recuerde algo, estás diciéndole implícitamente que el asunto no te importa lo suficiente como para hacer lo necesario para no olvidarlo (por ejemplo, ponerte una alarma o anotarlo). Además, depositas en él la responsabilidad: si incumples el plazo o faltas a la cita, será «culpa» del que no te lo ha recordado.
Leer más en yorokobu.es.