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| Amando de Miguel (Libertad Digital.com, España)

Afectos y desafectos: «pelamangos», «cernícalo», «mamahuevos»

Los españoles necesitamos expresar y exagerar nuestros afectos y desafectos en el habla. De ahí el tono grandilocuente, lleno de exageraciones.

Es notorio que los españoles necesitamos expresar y exagerar nuestros afectos y desafectos en el habla. De ahí el tono grandilocuente, lleno de exageraciones, que no nos lo parecen. Tan reiterativo llega a ser ese recurso que ya no impresiona mucho. De ahí la necesidad de neologismos.

La descripción de algo que nos agrada no se contenta con decir que es «bueno». Necesitamos el superlativo, pasar a «buenísimo». Pero aun así, nos sabe a poco. El paso siguiente consiste en manejar sinónimos que provengan de palabras que originariamente tienen un sentido despreciativo, desdeñoso. La operación se llama antífrasis, algo que puede despistar a un extranjero que se encuentre aprendiendo nuestro idioma.

Veamos la lista de sinónimos de «buenísimo»: fenomenal, bárbaro, soberbio, cojonudo o acojonante, estupendo, fabuloso, espectacular, tremendo, de miedo, alucinante, como Dios, de puta madre, alucinante, que te cagas. Cabe incluso el «de putísima madre» como el óptimo sublime. Obsérvese que el significado primigenio de esas voces nos lleva a significados contrarios a los que luego toman. La operación tiene éxito porque consigue llamar la atención.

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