Me cuentan que ya hablaba, pero yo no lo recuerdo. Debe de ser cierto puesto que ya tenía tres años y lo normal es que a esa edad los niños hablen, y mucho. Es más, mi abuela Gonzala gustaba recordar una frase mía de aquellos años; contaba que una tarde, después de estar varias horas jugando en el jardín de su casa, subí las escaleras que lo comunicaban con la cocina y le dije: ``¡Abueya, toy mueto de hambe!''.
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