«Perillán», para entrar en situación, es un adjetivo usado más en su forma masculina que significa ‘persona pícara, astuta’. Pero como todo tiene un origen, el de esta palabra se remonta al siglo XIII, y alude en realidad a un nombre propio: Per (Pedro) Illán (Julián).
No debieron ser muchos los logros de este hombre que vivió en Toledo y del que solo se conoce la fecha de su muerte (1247). Como muchos en su época, dedicó su vida al servicio del rey y de su ejército, al que se entregó con pundonor. Y debió de ser un hombre orgulloso. Tanto, que no podía soportar la idea de que alguien le pisara siquiera después de muerto. Así que pidió al rey, como recompensa por los años y servicios prestados a la corona, ser enterrado en alto en la catedral. Y lo consiguió. Vaya que si lo consiguió. Su sepulcro se halla, según explica Felipe Monlau en su Diccionario etimológico, en la capilla de Santa Eugenia de la catedral de Toledo.
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