Ha pasado un año desde que la palabra que tanto esperamos durante 2020 se hiciera realidad. Hace 365 días, las imágenes que mostraban a los primeros vacunados de cada país inundaron las televisiones y los periódicos de todo el mundo. El 8 de diciembre de 2020, el fin de la pandemia estaba un paso más cerca: la británica Margaret Keenan, de 90 años, recibía la primera vacuna validada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pocas veces habíamos deseado tanto que seis letras se transformaran en algo tangible, aunque el camino hasta conseguirlo no ha sido fácil: su desarrollo, reparto y administración a millones de personas fue —y sigue siendo— un enorme reto. Pero, 12 meses después, se han administrado más de 8300 millones de dosis en todo el mundo, según los datos de la OMS.
El sentimiento que nos evocaba esta palabra ha cambiado a lo largo de este año. Primero fue un símbolo de esperanza que marcaba el principio del fin de la pandemia. Con el tiempo, esa esperanza se convirtió en una normalidad nueva en la que las inyecciones y las largas colas frente a los vacunódromos eran lo habitual. Ahora, tras varios meses en esta situación, regresan las restricciones, se recomiendan dosis adicionales y surgen nuevas variantes. La voz vacuna es hoy un recordatorio de que el SARS-CoV-2 persiste, de que no debemos confiarnos.
Había dos grandes motivos para que la FundéuRAE eligiese vacuna como su palabra del año 2021. Uno de ellos fue su interés lingüístico, requisito que toda candidata debe cumplir. El concepto de vacuna nace en el siglo XVIII, cuando un médico inglés descubrió que los infectados por la viruela bovina o vacuna quedaban protegidos de la viruela humana. Y esa relación con las vacas ha acompañado a la palabra desde el momento en que entró por primera vez en el diccionario académico, en 1803. Su única acepción entonces era ‘cierto grano o viruela que sale a las vacas en las tetas cuando las ordeñan sin lavarse las manos los que han tocado el gabarro de los caballos’.
Para encontrar su significado actual, hay que esperar hasta la edición de 1914 del Diccionario, en el que, además de su ya habitual acepción relativa a las vacas, se incluía otra: ‘cualquier virus o principio orgánico que, convenientemente preparado e inoculado en persona o animal, los preserva de una enfermedad determinada’. Y así se mantuvo, con ligeros cambios, hasta llegar a la acepción que hoy recoge el Diccionario de la lengua española: ‘preparado de antígenos que, aplicado a un organismo, provoca en él una respuesta de defensa’. Se trata de la sexta acepción, ya que, haciendo honor a su historia, las cinco anteriores están reservadas para las vacas.
El otro gran motivo por el que es la palabra del año para la FundéuRAE es, obviamente, su presencia diaria tanto en los medios de comunicación como en la mayoría de los ámbitos. La pandemia lleva dos años monopolizando la información, por lo que han surgido gran cantidad de dudas, confusiones y nuevos términos. Por ello, la Fundación ha dedicado al coronavirus y a sus consecuencias más de 100 recomendaciones.
La FundéuRAE ha recordado que vacuna no es lo mismo que antídoto, suero, inmunización o biológico; que los neologismos vacunódromo y vacuguagua son correctos, y que inocular e inyectar no significan lo mismo. También ha explicado cómo se escriben los nombres de las vacunas, que la concordancia adecuada es puntos de vacunación masiva (no masivos) y que tripanofobia es un concepto adecuado para hacer referencia al miedo irracional a las inyecciones, entre muchas otras cuestiones.
Aún queda camino por andar y, posiblemente, también recomendaciones lingüísticas que hacer sobre las vacunas. En el deseo de todos está poder ver que la esperanza que nos trajo esta palabra, ese principio del fin de la pandemia, nos conduce hasta el verdadero final. Así, después de confinamiento (2020) y de vacuna (2021), la palabra del año de 2022 podrá ser muy diferente.